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Más Allá de las Palabras / EL ROSTRO DE MI CIUDAD

Jacobo Zarzar Gidi

¡Quiero mucho a mi ciudad, pero no me gusta mi ciudad! Su crecimiento durante los últimos años ha sido poco afortunado. El peor de los ejemplos lo encontramos en el primer cuadro, a donde la gente procura no ir de compras por el desorden y la falta de estacionamiento. Las banquetas ?en su mayoría torcidas, quebradas e irregulares, permanecen invadidas por vendedores ambulantes que prácticamente se han posesionado de ellas, estrangulando a los comerciantes establecidos que cada vez hacen menos negocio por la competencia desleal. Cada uno de estos vendedores tiene en su puesto un radio o una televisión encendidos a todo volumen, y no les importa molestar con su ruido a los demás. Igual de criticable es la actitud de varios comerciantes establecidos que utilizan grandes aparatos de sonido para llamar la atención de los clientes, consiguiendo únicamente ahuyentarlos por el molesto ruido que sale de las bocinas. Mientras tanto, las autoridades de Ecología no hacen acto de presencia, alegando que no tienen inspectores suficientes, convirtiendo de esa manera la ciudad en un verdadero caos. Al visitar otros estados de la República nos damos cuenta que todos esos problemas ya fueron solucionados por las autoridades competentes desde hace muchos años, colocando a los vendedores ambulantes en lugares adecuados donde pueden hacer negocio sin invadir las banquetas. El Centro Histórico de esas ciudades lo conservan impecable, y es un verdadero orgullo para todos sus habitantes.

La basura es otro de los graves problemas que tiene mi ciudad. Ya sabemos que diariamente se recogen varias toneladas de desperdicios, pero a mí lo que me preocupa es que la gente sigue tirándola en las calles en lugar de depositarla en los basureros. He mirado en repetidas ocasiones a muchas personas arrojar con toda naturalidad la basura en las banquetas, a pesar de tener a menos de un metro de distancia un recipiente. Me sorprende que nadie les haya enseñado en su debido tiempo a respetar el sitio en que viven. ¿Cómo los educaron cuando eran niños?

Si usted camina por nuestra Plaza de Armas, se dará cuenta que es una vergüenza el estado en que se encuentra. Por la apatía de las autoridades que hemos tenido, ahora permanece muy sucia y saturada de vendedores ambulantes, la mayoría de ellos con un radio encendido a todo volumen. Enfrente de esta plaza, se inaugurará en los próximos meses un gran museo, uno de los mejores del país, que mostrará al público obras de arte de primer nivel y que será visitado ?según se dice- por turistas de Europa que se encuentran ansiosos de conocer las obras que en ese sitio se exhibirán.

Las calles de la ciudad no tienen bien pintado el paso de los peatones porque la pintura que se utilizó en la anterior administración fue de baja calidad y jamás fueron retocados. Los ?cajones? que se destinan para que se detengan momentáneamente los ruleteros y suban pasaje, no han servido para los fines que fueron creados. Los choferes se estacionan en ese lugar el tiempo que quieren, algunos lo aprovechan indebidamente para lavar su automóvil y los más descarados para dormir una siesta. Cuando una persona de edad avanzada quiere abordar un autobús o subirse a un automóvil, lo tiene que hacer a media calle, arriesgando su vida, porque los señores taxistas y ruleteros no se mueven al sentirse dueños y señores del lugar.

Algunas colonias tienen el problema del pandillerismo, y los vecinos sienten que están viviendo en un ambiente de inseguridad que no los deja tranquilos. Los patrulleros no revisan a los ?cholos?, permitiendo con esa grave omisión que porten navajas y se droguen a todas horas. Los que permanecen bastante inconformes son los colonos que viven en la avenida Central de la Colonia Torreón Jardín y en la avenida Madrid de la colonia San Isidro. Por las noches, una gran cantidad de jóvenes hacen su paseo en dichas avenidas, escandalizando, bebiendo bebidas embriagantes, tocando el claxon para saludarse entre sí, haciendo arrancones que ponen en peligro su vida y la de los demás, arrojando botellas de cerveza y basura en las aceras. Las personas que tienen su hogar frente a esas avenidas no pueden sacar su automóvil de las cocheras por la fila interminable de autos, y no pueden descansar por las noches con el ruido que ocasionan. Cuando una patrulla les marca el alto, ellos y sus guardaespaldas, en forma por demás prepotente, amenazan al agente con cesarlo porque dicen tener influencias. Y si los llegan a multar, sus padres consiguen al día siguiente la condonación del pago, porque tienen ?amigos y compadres? que les dan ?la mano? las veces que sea necesario. ¡Ése es el ejemplo que los progenitores están dando a sus hijos!

El lecho seco del Río Nazas se ha convertido durante los últimos años en un verdadero basurero donde cada quien arroja lo que le estorba. Deberíamos de sentir vergüenza por no haber cuidado ese rico patrimonio que la naturaleza nos regala. Los padres de familia, los profesores y maestros debieron de haber puesto más atención en ese aspecto de la educación, porque a final de cuentas la basura y la contaminación, son los elementos nocivos que tarde o temprano ?de seguir así- destruirán al ser humano. La semana pasada me enteré que se ha clausurado el acceso a la Zona del Silencio porque los visitantes la estaban saqueando. Las autoridades detuvieron un trailer lleno de cactáceas ?muchas de ellas a punto de desaparecer en ese entorno por el abuso que se ha venido cometiendo. ¿Qué es lo que nos está pasando? ¿Por qué no cuidamos ese tesoro para las generaciones venideras que un día nos lo habrán de reclamar? ¿Por qué si vamos al extranjero respetamos las normas de los sitios que visitamos, y no podemos hacer lo mismo en el país donde vivimos?

Nuestra ciudad tiene un alto índice de suicidios ?más de 65 se cometieron durante el año pasado. ¿Qué están haciendo nuestros guías espirituales para frenar esa epidemia? ¿De qué manera intentan devolverle a los feligreses la ilusión que han perdido? Por las calles contemplamos a varios hombres y mujeres de edad avanzada caminar sin rumbo fijo, con la mirada perdida, con una gran expresión de amargura en su rostro, sin dinero en los bolsillos y con la esperanza agotada. No tienen a quién querer y nadie los quiere, les da igual vivir que morir porque en su mente lo único que conservan son los recuerdos, y ésos casi siempre les hacen daño.

¡Quiero mucho a mi ciudad... pero no me gusta mi ciudad! Comodatario.

zarzar@prodigy.net.mx

jacobozarzar@yahoo.com

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