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Más Allá de las Palabras / EL SECRETO DE LAS ALMAS DEL PURGATORIO

Jacobo Zarzar Gidi

Seis meses después de aquel día en que falleciera mi madre, tuve un sueño que recuerdo perfectamente. Ella estaba muy contenta, tal vez como nunca antes la pude observar cuando se encontraba en este mundo, y me dijo: ?Estoy feliz, porque mañana me cambiaré de casa?. A la mañana siguiente, cuando desperté, sentí una gran paz espiritual y llegué a la conclusión de que mi madre estaba a punto de dejar el Purgatorio. Me acuerdo que ella siempre rezaba con mucha devoción por las benditas ánimas que estaban esperando con ansiedad poder llegar al cielo con el Padre Eterno. En la actualidad, son muy pocas las personas que oran por ellas; son tan sólo unas cuantas las que evocan su memoria y elevan una oración para que su alma se purifique en el menor tiempo posible. Varias veces he pensado que cuando nosotros nos encontremos ahí, nos va a doler ?hasta el alma? darnos cuenta que el mundo sigue adelante con su ruido, su indiferencia, su hedonismo y sus banalidades, y los que se quedaron (incluyendo parientes y amigos), no se acuerdan de nosotros?

El estigmatizado Padre Pío dedicaba varias horas del día a confesar a sus feligreses para conducir directamente las almas al cielo. Así como a San Juan Bautista Vianney se le conoce como el gran confesor de Francia, a él se le identifica en el mundo entero como el gran confesor de Italia. Pero, el Padre Pío también oraba incansablemente por las benditas almas del purgatorio para que llegasen limpias de toda mancha a la vida eterna. Se dice que una noche, cuando la iglesia se encontraba completamente sola, al dejar el confesionario donde había permanecido sentado todo el día, tomó entre sus manos el libro de oraciones que siempre lo acompañaba, y dio un beso a su rosario que para él era su mejor arma. De pronto, en la penumbra de la capilla, miró a un hombre que estaba parado junto a una banca, y le extrañó bastante porque sabía que todos los fieles habían salido ya del sagrado recinto. Cuando el Padre Pío le preguntó quién era y qué estaba haciendo ahí, el hombre contestó: ?Yo trabajé en este templo como sacristán hace cien años y no cumplí correctamente con mis labores. Ahora le pido que rece por mí, para salir cuanto antes del Purgatorio?. En los siguientes días, el Padre Pío oró por su alma y jamás se lo volvió a encontrar.

En la actualidad son muchos los sacerdotes que al impartir pláticas y sermones, afirman con mucha seguridad y con una sonrisa en el rostro, que el Purgatorio no existe. Ellos respaldan su dicho en algo de lo que afirman varios doctores de la Iglesia y estudiosos de este tema, entre los que se encuentra San Juan de la Cruz: él dice que ?La Providencia Divina siempre provee a cada hombre de la purificación necesaria en su vida, a fin de permitirnos ir directamente al Cielo a la hora de la muerte?. Lo cierto es que La Providencia pone en nuestras vidas suficientes dificultades, pruebas, sufrimientos, enfermedades, de tal modo que todas estas purificaciones, si nosotros las aceptamos, son suficientes para llevarnos directamente al Cielo. El problema es que no sucede así, porque nos rebelamos contra las pruebas que van surgiendo en nuestra vida y pecamos al no someternos a la voluntad de Dios. Si decidimos tomar el camino del sufrimiento con aceptación cristiana, el Señor permanecerá con nosotros, nos ayudará a no quejarnos y creceremos en el amor que nos conducirá cuanto antes al Cielo.

El Señor desea que nuestra alma se encuentre completamente pura antes de llegar a la Casa del Padre, y nuestra pureza no consiste en la ausencia de faltas, sino en el valor y en la decisión de arrepentirnos con humildad para posteriormente pedir perdón. Los santos no son ?almas sin faltas?, sino aquéllos que se levantan una y otra vez después de cada caída.

En las montañas de Austria vive María Simma, sencilla mujer campesina que desde su niñez ha orado muchísimo por las almas del Purgatorio. Cuando tenía veinticinco años, fue favorecida con un carisma muy particular y raro en la Iglesia: el carisma de ser visitada por las ánimas del Purgatorio. Ella vive muy pobremente, es una ferviente católica y posee una gran humildad. Afirma que las almas le piden que celebre Misa por ellas, y que uno esté presente en esas Misas. Piden que se rece el Rosario y que se haga el Vía Crucis.

Ella afirma que el Purgatorio es una invención maravillosa de Dios. Es un retraso impuesto por nuestra impureza. Es un lugar donde reina un loco deseo de permanecer con Dios y no separarnos nunca de Él. Ella dice que los pecados contra la caridad, contra el amor al prójimo, la dureza de corazón, la hostilidad, la maledicencia (acción de maldecir) y la calumnia, son los pecados que más llevan al Purgatorio.

María Simma está convencida que los que tienen buen corazón con su prójimo, tienen mayores oportunidades de ir directo al Cielo. Las almas del Purgatorio ya no pueden hacer nada a favor de ellas mismas; están totalmente indefensas. Si los vivos no rezan por ellas, quedan abandonadas del todo. Por eso es importante darse cuenta del inmenso poder que cada uno de nosotros tiene en sus manos para aliviar a estas almas que sufren.

María Simma nos dice que hay muchos sacerdotes en el Purgatorio porque no promovieron el respeto a la sagrada Eucaristía y eso hizo que la fe disminuyera en sus parroquias. También por haber descuidado la oración, la evangelización, el amor a Dios y el amor al prójimo. Por haber celebrado Misas en forma automática, sin tomar en cuenta que se trata del Memorial del Misterio de la salvación. Y por haber olvidado en alguna ocasión que los pobres son Cristo que merecen todo nuestro respeto y atención.

jacobozarzar@yahoo.com

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