Cuando los jóvenes estudiantes terminan su carrera profesional y se enfrentan a la realidad, tratan de recordar mensajes alentadores de los que fueron sus maestros, para que les den fortaleza en los momentos difíciles y conviertan de esa manera sus ideas personales en triunfos que rindan frutos de calidad. Con el tiempo, es probable que los conocimientos adquiridos en las aulas se olviden, no es posible recordar durante treinta o cuarenta años lo aprendido, pero lo que verdaderamente retendrán toda la vida es el impulso que les ayudará a conservar la energía, la fuerza de voluntad y el deseo ardiente de superación para alcanzar un propósito. Conservarán la imaginación, porque el hombre es capaz de crear cualquier cosa que pueda imaginar. En momentos difíciles y sumamente complicados, mantendrán en su mente la férrea intención de quemar todas sus naves, si es preciso, apostando a su capacidad para conseguir lo que desean. Al quemar la embarcación que los condujo a sitios lejanos, no podrán abandonar esas playas, a menos de que se esfuercen, construyan y lancen a la mar ese velero nuevo que los conducirá a la conquista de sus sueños.
La superación personal que nos enseñaron nuestros maestros, hace ya tantos años, en la actualidad debe ir más allá, porque la vida actual así lo requiere. Cada persona que vence un obstáculo, debe estar dispuesta a eliminar cualquier posibilidad de dar marcha atrás en sus objetivos. Sólo así podemos tener la seguridad de llegar a la meta deseada. Jamás debemos aceptar el fracaso, porque mientras tengamos fuerzas para levantarnos, y posibilidad de dar un paso más, debemos continuar nuestro camino. Cualquier éxito personal que tengamos deja de tener valor si no aportamos una contribución positiva para el bienestar de la humanidad. Todos perdemos alguna vez, de eso no me cabe la menor duda, y de nosotros depende que nos vayamos a casa con la idea del fracaso o sigamos luchando hasta vencer la adversidad.
Este mundo cambiante y globalizado exige que tengamos constantemente nuevas ideas, nuevas maneras de hacer las cosas; que nuestros métodos de enseñanza sean frescos y actuales, tomando en cuenta que otras personas de diferentes países vendrán tarde o temprano a competir con nosotros. Y esa competencia con toda seguridad será sangrienta, sin piedad y sin contemplaciones. El más fuerte sobrevivirá, y el débil lleva el riesgo de sucumbir. Recordemos que los verdaderos líderes del mundo -no los que desgraciadamente tenemos ahora que basan su poder en el dinero y en las armas- fueron hombres y mujeres que supieron dominar las fuerzas intangibles de la oportunidad que estaba por surgir, y han convertido esos impulsos del pensamiento en inventos notorios; en edificios que han retado las alturas; en aeropuertos funcionales; en descubrimientos médicos que han sanado enfermedades graves y alargado el promedio de vida de las personas; en negocios, que al multiplicarse, dieron trabajo a miles de seres humanos y bienestar a su familia. Para los que consiguen la victoria, es importante recordar que un gran poder, conlleva siempre una gran responsabilidad.
Para lograr triunfos en este mundo complicado y cambiante, debemos entender el espíritu de los grandes pioneros del pasado, cuyos sueños le han dado a la civilización todo lo que tiene de valioso. Al ir avanzando en la consolidación de nuestros sueños, debemos tener en cuenta que cada fracaso lleva consigo la semilla de un éxito equivalente. Recordemos a Thomas Alva Edison (1847-1931) que soñaba con una lámpara que funcionara con electricidad, y a pesar de sus diez mil fracasos, mantuvo con firmeza su sueño hasta convertirlo en realidad. Marconi (1874-1937) soñaba con un sistema ?para dominar las intangibles fuerzas del éter?. Las pruebas de que no soñaba en vano podemos encontrarlas en cada aparato de radio y televisión que hay en el mundo. Los ?amigos? de Marconi lo pusieron bajo custodia, y fue examinado en un hospital para psicópatas cuando anunció que había descubierto un principio mediante el cual podría enviar mensajes a través del aire, sin la ayuda de cables ni ningún otro medio físico de comunicación.
Hay millones de personas que se creen condenadas a la pobreza y al fracaso por culpa de alguna fuerza negativa extraña que creen no poder controlar. Ellos son los creadores de su propio ?infortunio?, y no podrán safarse de él, hasta que reinstalen en su mente la fe, la alegría, el positivismo y la esperanza que tanta falta les hace.
Los que verdaderamente triunfan en la vida son aquéllos que han tomado en cuenta los valores que enaltecen a la humanidad, entre los que destacan primordialmente el trabajo intenso, la constancia, la honradez y el servicio a los demás. Muchas veces por falta de carácter y determinación, no le exigimos a la vida lo que le hemos pedido y nos conformamos con lo que nos vaya dando. Nuestros profesores nos han entregado la llave maestra para abrir todas las puertas, para crear en la propia mente un ardiente deseo de superación, para alcanzar todas las metas, llegando a tiempo y en primer lugar. Si no utilizamos los dones recibidos, habremos desperdiciado parte de la vida, esa vida tan valiosa e irrepetible que únicamente se nos da por ser hijos de Dios. No podremos cristalizar nuestros sueños si eliminamos de nuestra vida el esfuerzo constante y el sacrificio. El mundo está sufriendo rápidos cambios. Cuando apenas alcanzamos a comprenderlos, se vuelven obsoletos y se presentan otros nuevos. Todo ello nos hace reflexionar, que en ese torbellino de situaciones, no podremos salir adelante si desconocemos a Dios, porque Dios es más grande que todos nuestros problemas juntos, porque de Él nos llega la fortaleza, el espíritu de lucha, los deseos de superación y sobre todo el conocimiento para intentar hacer bien las cosas. Para comprender esto es importante recordar que a final de cuentas es la fe la que nos hace llegar.
De Emerson (1803-1882), sintamos el deseo de adquirir la maravillosa comprensión de la naturaleza que distinguió su vida. De Napoleón Bonaparte (1769-1821), sintamos el deseo de adquirir el espíritu de una fe verdadera, que le permitió transformar la derrota en victoria y superar obstáculos cada vez más grandes. De Charles Darwin (1809-1882), sintamos el deseo de adquirir la maravillosa paciencia y la habilidad para el estudio de la causa y el efecto, sin desviación ni prejuicio, tan ejemplificadas por este gran hombre en el campo de las ciencias naturales. De Henry Ford (1863-1943), adquiramos su espíritu de perseverancia, la determinación, la serenidad y la confianza en sí mismo que le permitieron dominar la pobreza y organizar, unificar y simplificar el esfuerzo humano. Para entenderlo mejor, recordemos una de sus frases predilectas: ?Si piensas que se puede, se puede; si piensas que no se puede, no se puede?.
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