(Quinta parte)
En aquellos días, María se puso en camino, deprisa, hacia las montañas, para ir a una ciudad de Judea. Y en cuanto entró en casa de Zacarías, saludó a Isabel. E Isabel exclamó diciendo: ?Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre?. La ciudad de Judea que nos marca el Nuevo Testamento se llama Ain Karim, que significa ?la fuente de la viña?, donde se llevó a cabo la visitación de la Virgen. Llegar hasta ese lugar donde nació Juan el Bautista, no fue fácil, porque tuvimos que subir varias docenas de escalones. Y mucho más difícil fue para la Santísima Virgen escalar esa montaña porque ya estaba embarazada. Allí visitamos el altar construido sobre el lugar del nacimiento de San Juan Bautista. ?...Y tú, Niño, serás llamado profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación y el perdón de sus pecados?. Aquí rezamos la bellísima oración titulada El Magníficat: (María dijo entonces: Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se regocija en Dios, mi Salvador, porque ha mirado la pequeñez de su sierva...).
María permaneció en casa de su prima Isabel tres meses ayudándola con su embarazo, y después regresó a su casa en Nazareth al lado de José que se sorprendió al verla en cinta. José que era un hombre justo y no quería denunciarla, resolvió despedirla en secreto. Así lo pensaba, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: ?José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, pues lo concebido en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás el nombre de Jesús; porque Él salvará al pueblo de sus pecados?. Despertó José del sueño, hizo lo que el Ángel del Señor le mandaba: recibió a su esposa y, poco tiempo después dio ella a luz un hijo, y él le puso el nombre de Jesús.
En la ciudad Santa de Jerusalén (llamada también ?Alkúds?, que significa ?La Sagrada?, por haber muerto allí Nuestro Señor Jesucristo), nos hospedamos en el Centro Notre-Dame (Nuestra Señora). Se trata de un lugar hermoso y lleno de paz que se encuentra localizado a tan sólo dos cuadras de la parte antigua de Jerusalén, muy cerca de la Via Dolorosa y del Santo Sepulcro. Este majestuoso ?castillo? que vale la pena conocer, hospedarse y rezar en él, fue construido a partir del año 1884 cuando se depositó la primera piedra por los Padres Asuncionistas franceses. Después de veinte años de continuos esfuerzos, incluyendo la ayuda generosa de muchas personas, ?la Casa? -como se le conocía también, fue completada y coronada con la gran estatua de Nuestra Señora, Reina de la Paz, cargando entre sus brazos al Niño Jesús. De esa manera, el Centro de Notre-Dame comenzó a ofrecer hospedaje y servicios de calidad a los peregrinos que llegaban a Tierra Santa. Durante el conflicto árabe-israelí (1967) (provocado por los judíos), el edificio sufrió severos daños que posteriormente fueron reparados. Como consecuencia del terrorismo israelí en contra de las pacíficas poblaciones civiles palestinas, disminuyó dramáticamente el turismo a Tierra Santa, y los Padres Asuncionistas Franceses ya no pudieron conseguir los recursos necesarios para su mantenimiento, por lo que decidieron venderlo en el año 1970 a Hamenuta -una rama del Fondo Nacional Judío, el cual lo donó a la Universidad Hebrea de Jerusalén para ser usado como residencia de estudiantes. La Santa Sede en Roma -muy molesta por lo acontecido, no estuvo de acuerdo con esa venta en la cual no se le tomó en cuenta, y en el año 1972 -gracias a la Divina Providencia, el Vaticano adquirió el valioso edificio después de hacer varias gestiones diplomáticas y ofrecer un sobre precio que acabó por convencer a los inversionistas judíos. A partir de ese momento, La Santa Sede le ?puso un candado?, y ya no se puede volver a vender sin su autorización directa. Años después, el Papa Paulo VI aprueba un proyecto especial para la restauración de Notre-Dame con la finalidad de continuar recibiendo peregrinos en Tierra Santa. El Papa Juan Pablo II lo erigió como Instituto Pontificio, llamándolo un Lugar Sagrado Ecuménico. Varios meses antes de fallecer, Juan Pablo II tuvo la brillante idea de entregarlo en custodia a los sacerdotes que integran la orden de los Legionarios de Cristo que lo están promoviendo a nivel mundial para que sea visitado cada año por cientos de personas. En el año 2005 tuvieron el 50 por ciento de hospedaje, y en este 2006 llevan ya un 95 por ciento. ¡Enhorabuena!
Cuando Emilio -nuestro guía, nos dijo que iríamos a Belén, me sentí nervioso. ¡Por fin conocería la tierra de mis padres! Al llegar, contemplé con dolor algo que no quería ver y que no puedo aceptar, me refiero a la terrible muralla de ocho metros de alto y 750 kilómetros de largo, que los judíos construyeron para que los palestinos no puedan visitar libremente lo que un día fue su patria. Para edificarla, derribaron miles de árboles de olivo y confiscaron tierras palestinas sin pagar un solo shekél (cuatro y medio shekél valen un dólar). Desde el autobús observé un enorme letrero de bienvenida pintado por manos palestinas que dice así: ?LA PAZ SEA CON USTEDES?. Me sentí triste, muy triste, porque ese Belén era diferente al que conoció mi padre cuando siendo niño recorría sus calles en busca de turistas que estuviesen interesados en los rosarios, en los crucifijos y en las madreperlas que confeccionaba el abuelo. Ese Belén que ahora miraba, era distinto de aquél donde convivían juntos sin problemas árabes y judíos. Donde había pobreza, pero también libertad -a pesar del dominio otomano. Ahora los betlemitas (habitantes de Belén) están presos; para salir de la ciudad, tienen que pedir permiso a los judíos.
El autobús en el que veníamos pasó el odioso punto de revisión -que ellos llaman ?chek point?. Cinco jóvenes judíos -armados hasta los dientes, controlan ese lugar. (Varios de ellos son hombres y mujeres de piel negra, de raza etíope, que por ser de religión judía, fueron invitados a poblar Israel, expulsando con armamento sofisticado, a las poblaciones árabes que habitaban el territorio palestino. De ahí nos dirigimos a Bet-Sahúr para visitar la cueva donde los pastores se protegían en las noches de invierno. ?Había en aquel lugar unos pastores, que pasaban la noche en el campo vigilando sus rebaños. Un Ángel del Señor se les apareció y les dijo: no temáis, porque os anuncio una gran alegría, que será la alegría de todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un salvador, que es el Mesías, el Señor?.
CONTINUARÁ EL PRÓXIMO DOMINGO
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