(Octava parte)
Con muchas emociones encontradas, al declinar el sol, llegamos a descansar al Instituto Pontificio, "Notre Dame" de Jerusalén, donde estuvimos alojados. Recuerdo muy bien que a eso de las dos de la mañana me desperté repentinamente al escuchar ruidos extraños. Con mucha claridad pude percibir a lo lejos el sonido estremecedor de un bombardeo. No tenía duda de lo que estaba sucediendo. Con toda seguridad era el ejército judío atacando alguna población de Gaza -que es el punto de mayor resistencia que tienen los palestinos. Una gran cantidad de imágenes dolorosas se fueron presentando en mi cerebro que durante varios minutos permaneció inquieto. Me imaginé el terror que estaban sintiendo las familias palestinas al escuchar caer esas bombas sobre sus casas y sobre sus hijos. En la oscuridad de la noche pude reflexionar en voz baja, que para muchos ha sido inútil el sacrificio de Nuestro Señor Jesucristo al no tomar en cuenta que vino a este mundo a redimirnos del pecado y a traer paz en los corazones de la gente. No podemos olvidar que uno de sus principales mensajes ha sido: "Amáos los unos a los otros como yo os he amado", y son muy pocos los que en verdad aman a su prójimo. A escasos días de estar peregrinando en Tierra Santa, me di cuenta que los judíos no quieren a los palestinos, y los palestinos odian a los judíos -por razones obvias; los musulmanes no quieren a los cristianos y los cristianos no quieren a los musulmanes (se quejan de que el Islam los quiere someter); los cristiano-ortodoxos no quieren a los judíos ortodoxos, y los judíos ortodoxos, ni siquiera voltean a mirar a los cristiano-ortodoxos. Todos están ahí por la importancia que tienen los lugares sagrados para las tres religiones monoteístas, pero son muy pocos los que practican con sinceridad el amor a sus semejantes como Jesús nos lo enseñó. En esos momentos vino a mi mente aquella frase de Nuestro Señor Jesucristo que es importante recordar: "No todo el que diga:
Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. (Mateo 7-21) Ya para cerrar los ojos y continuar durmiendo, recordé una frase que podemos adaptar para este momento: "Perdónalos Señor, a pesar de que ellos SÍ SABEN lo que están haciendo".
A la mañana siguiente, lo primero que hice fue preguntar a varias personas ¿qué había sucedido la noche anterior? Todos me contestaron "que nada había pasado". Aparentemente "nadie" se dio cuenta lo que yo había escuchado. La verdad es que todos me mintieron, la gente que vive en Jerusalén y en otras partes de lo que ahora es Israel, no quieren atemorizar al turismo, y hacen todo lo posible por evitar que los visitantes se den cuenta de las agresiones que cometen los judíos contra los palestinos. Después de almorzar, nos dirigimos al norte para visitar Caná de Galilea, el pueblo en el cual Jesús realizó su primer milagro al transformar el agua en vino: "Al tercer día se celebraba una boda en Caná de Galilea, a la que estaba invitada la madre de Jesús. También estaba allí Jesús con sus discípulos (Juan 2, 1-12). En la capilla de ese lugar, las personas del grupo que íbamos en pareja, renovamos con mucho entusiasmo nuestras promesas matrimoniales a invitación amable del sacerdote Legionario de Cristo, José Antonio González, que nos acompañó en todo momento, y vivió junto a nosotros cada una de las emociones más importantes del viaje. ("Te prometo serte fiel en la salud y en la enfermedad, en la pobreza y en la riqueza", (en la juventud y en la senectud...).
A unos cuantos kilómetros de Caná se encuentra el Lago de Genesaret, llamado también Mar de Cristo, Mar de Jesús, Mar de Galilea y Mar de Tiberíades. Es un sitio hermoso, lleno de paz, donde Jesús inició su misión de evangelizador. En realidad no se trata de un mar, es un lago que aparenta ser tranquilo, pero que de vez en cuando provoca tempestades como las registradas en los evangelios cuando zarandeó la barca de Pedro. "Y, dejando Nazaret, vino a vivir a Cafarnaúm, junto al lago, en el término de Zabulón y Neftalí (Mateo 4, 13-17); para que se cumpliera lo que dice el profeta Isaías al anunciar la aparición gloriosa del Mesías (8,23 y 9,1) : "Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí, calzada del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles. El pueblo postrado en tinieblas vio una gran luz, a los que yacen en región y sombra de muerte una luz amaneció". Desde entonces empezó Jesús a predicar y a decir: "Arrepentíos, porque está cerca el Reino de los cielos".
En ese precioso lago, lleno de misticismo, Jesús enseña con autoridad en la sinagoga de Cafarnaúm; predica desde la barca de Simón: "En tu nombre Señor, arrojaré las redes"; cura a la suegra de Pedro, que al sentirse bien se puso a servirles; sanó a otros enfermos entre los que se encontraban: endemoniados, paralíticos y dementes. "Al caer de la tarde, todos los que tenían enfermos aquejados de cualquier clase de dolencias se los llevaron, y Él, imponiéndoles las manos, los curaba". En los alrededores del majestuoso lago, Jesús llama a Mateo (un publicano recaudador de impuestos, que fue después un Apóstol, y escribió el primer Evangelio). Le dijo "sígueme". El se levantó y le siguió. (Ahora podemos nosotros decir, recordando al poeta Amado Nervo: Señor, si Tú me dices "ven", lo dejo todo... pero dímelo con claridad para poder entenderte).
Uno de los lugares más bellos en ese nuestro peregrinar por Tierra Santa, fue el monte de las Bienaventuranzas, que se encuentra frente al lago de Genesaret al noroeste de Cafarnaúm. En la cima de ese maravilloso lugar, visitamos, inmersos en una paz que no pudimos encontrar en otro sitio, el santuario que recuerda el Sermón de la Montaña. Al hablar de las bienaventuranzas, Mateo resalta, más que la situación social, la actitud del alma y la conducta con respecto a Dios y al prójimo. Con su mensaje, Jesucristo sacudió a las multitudes que en aquel entonces lo escuchaban, y ahora nos estremece a nosotros cuando escuchamos esas mismas palabras que contradicen la filosofía de la prepotencia, del egoísmo y de la agresividad en la cual estamos inmersos: "Bienaventurados los pobres de espíritu, los que lloran, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que buscan la paz, los perseguidos por causa de la justicia, los que injurien y digan, mintiendo, todo mal contra vosotros por causa mía".
A nosotros, también nos sigue llamando Jesucristo y espera una respuesta definitiva . Estamos navegando en un mar de confusiones, y necesitamos una guía en la persona de Jesús, para que nos lleve al Padre y nos conduzca por el camino de la verdad.
CONTINUARÁ EL PRÓXIMO DOMINGO.
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