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Más Allá de las Palabras / PEREGRINACIÓN A TIERRA SANTA

Jacobo Zarzar Gidi

(Onceava parte)

Después de conocer una parte de Jordania, regresamos a Tierra Santa para descansar en el Centro Notre Dame de Jerusalén. Al día siguiente visitamos la Iglesia del ?Pater Noster? donde se recuerda el día en que Jesús enseñó a orar a sus discípulos, pronunciando la hermosa oración del Padre Nuestro (Lucas 11, 1-2). ?Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos?. Él les dijo: ?Al orar, no charléis como los gentiles, que creen que por hablar mucho van a ser escuchados. No seáis como ellos, porque vuestro Padre conoce vuestras necesidades antes que se lo pidáis. Vosotros orad así: Padre Nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre; venga tu reino; hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy; perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores; y no nos dejes caer en la tentación; mas líbranos del mal. Porque si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, también os las perdonará a vosotros vuestro Padre celestial; pero, si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre perdonará las vuestras?.

En esta Iglesia, se encuentra ?el Padre Nuestro? escrito en 125 idiomas, entre los que destacan el arameo que fue el idioma que habló Nuestro Señor Jesucristo, el árabe, el español y el samaritano (idioma de San José), así como también otros que nunca nos imaginamos que pudieran existir. Al salir de aquellos pasillos, lo vimos escrito en braille para los invidentes. (Luis Braille, profesor francés -1809-1852-, inventor de la escritura para ciegos consistente en puntos marcados en relieve sobre el papel). Aquí constatamos una vez más la gran importancia que tiene esta oración para nosotros los cristianos. Es la mejor manera que tenemos para comunicarnos con Aquél que nos dio la vida, y es la mejor arma para luchar contra el mal. Aquí recordamos también la oración de San Ignacio que se reza en los ejercicios espirituales: ?Señor, que te conozca hasta el punto que no pueda dejar de amarte. Que te ame, hasta el punto que no pueda dejar de seguirte?.

En la lejanía del inmenso desierto, cerca de la costa norte del Mar Muerto y a media hora en autobús de la ciudad de Jericó, se encuentran las ruinas del que fuera monasterio de los Esenios, llamado Qumran. Se tiene la creencia de que San Juan el Bautista vivió un tiempo con ellos cuando era pequeño (?El niño crecía y se fortalecía en espíritu, y moraba en los desiertos hasta el día de su manifestación a Israel? Lucas 1:80). Cerca de este lugar se localizan las cuevas donde se encontraron algunos importantes manuscritos del Antiguo Testamento. Un beduino del desierto pastoreaba sus cabritos, cuando de pronto se dio cuenta que faltaba uno. Lo buscó por todo el paraje, y siguiendo su rastro concluyó que había caído en una cueva. El beduino se deslizó hasta el fondo de la misma para rescatarlo y de pronto miró que en el piso estaban colocadas varias tinajas. Metió la mano dentro de ellas y sacó unos pedazos de piel muy antiguos que tenían letras en cuatro diferentes idiomas.

Fueron siete escritos, y uno de ellos era del profeta Isaías que coincide perfectamente con lo que aparece en el Antiguo Testamento. El beduino llevó los pergaminos de cuero a Jorge Kando, un reparador de calzado de Belén para que le comprara las pieles y éste le pagó tres dólares, porque pensaba que podría utilizarlas para hacer dos o tres pares de calzado. En la tranquilidad de su taller, Jorge miró con detenimiento los escritos y de inmediato se los llevó al Arzobispo Asirio para que lo orientase. Hasta esos momentos se dieron cuenta que se trataba de ?Los pergaminos del Mar Muerto?. A final de cuentas, Jorge los negoció con otras personas en los Estados Unidos -con toda seguridad judíos, y recibió $250 mil dólares por la transacción.

Cuando regresamos a Jerusalén, Emilio -nuestro guía, nos dijo, que en esa ciudad ?hasta los muertos mataban a los vivos?. De inmediato pregunté: ¿cómo era eso? Nos relató que en el invierno del año 1992, cayó una gran tormenta de nieve en toda la ciudad. Por el peso de la misma se vinieron abajo varias tumbas que se encontraban en un cementerio en la parte alta de la colina. Las pesadas lápidas de mármol y los ataúdes -con todo lo que contenían en su interior, dejaron sin vida a 23 personas que pasaban en esos momentos por una calle localizada varios metros abajo del panteón. Emilio tenía razón, hay ocasiones ?en que los muertos matan a los vivos...?.

La parte antigua de la ciudad de Jerusalén está completamente amurallada y tiene ocho puertas para ingresar a ella, de las cuales siete están abiertas y una cerrada: ?La Puerta Nueva?, que se encuentra a tan sólo dos cuadras del Centro Notre Dame donde estuvimos alojados; ?la Puerta de Damasco?, que antiguamente era el camino para llegar a Damasco; ?la Puerta de Herodes?; ?la Puerta de los Leones?; ?la Puerta Dorada? que es por donde entró Nuestro Señor Jesucristo el Domingo de Ramos subido en un borrico (siglos después de la entrada triunfal de Jesús, cuando un sultán egipcio musulmán se enteró por los cristianos que Jesucristo ?vendría nuevamente a Jerusalén?, la cerró y dijo: ?por aquí no entra?, y aún permanece cerrada); la Puerta de la Basura, que es por donde sacan los desperdicios de la ciudad; la Puerta de Sión, y la Puerta de Yafa.

Según los relatos evangélicos, Jesús frecuentaba habitualmente el Monte de los Olivos cuando se hallaba en Jerusalén. San Lucas, recordando las últimas jornadas de Jesús en Jerusalén escribe así: ?Jesús enseñaba? en el templo durante el día, y por la noche se retiraba al Monte de los Olivos (Lucas 21, 37). Le gustaba especialmente ir a rezar a una finca llamada Getsemaní (que significa ?prensa-molino, almacén de aceite?), y así lo hizo después de la Última Cena: ?Y después de cantar los himnos, salieron hacia el Monte de los Olivos, a un huerto llamado Getsemaní? y dijo a sus discípulos: ?Sentaos aquí mientras voy a orar un poco más allá? (Mateo 26, 30.36). Según el relato de Lucas, el lugar de esta oración de Jesús no era lejano ?como un tiro de piedra? (Lucas 22,41) de donde se hallaban los discípulos, quienes se habían quedado dormidos (posiblemente solían hacer lo mismo cuando iban a aquel lugar).

Luego en ese mismo sitio, cuando Jesús fue de nuevo hacia ellos y aún les estaba hablando, llegó Judas ?con un tropel? para arrestar al Maestro.

CONTINUARÁ EL PRÓXIMO DOMINGO

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