(Catorceava parte)
Después de la resurrección de Cristo, cuando la segunda pesca milagrosa, Juan fue el primero en darse cuenta de que el que estaba en la orilla era Jesús. Luego Pedro le preguntó al Señor señalando a Juan: ?¿Y éste qué será??. Jesús le respondió: ?Y si yo quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué??. Con esto algunos creyeron que el Señor había anunciado que Juan no moriría. Pero lo que anunció fue que se quedaría vivo por bastante tiempo, hasta que el reinado de Cristo se hubiera extendido mucho. Y en efecto vivió hasta el año 100, y fue el único apóstol al cual no lograron matar los judíos y los romanos.
Después de recibir el Espíritu Santo en Pentecostés, Juan iba con Pedro un día hacia el templo y un pobre paralítico les pidió limosna. En cambio le dieron la curación instantánea de su enfermedad. Con este milagro que hicieron en el nombre del Señor, se convirtieron cinco mil personas, pero los apóstoles fueron llevados al tribunal supremo de los judíos que les prohibió hablar de Jesucristo. Pedro y Juan les respondieron: ?Tenemos que obedecer a Dios, antes que a los hombres?. Los encarcelaron, pero un ángel llegó y los liberó. Otra vez los pusieron presos y les dieron 39 azotes a cada uno. Ellos salieron muy contentos de haber tenido el honor de sufrir esta afrenta por amor al Señor Jesús, y siguieron predicando por todas partes.
Juan, para cumplir el mandato de Jesús en la cruz, se encargó de cuidar a María Santísima como el más cariñoso de los hijos. Con Ella se fue a evangelizar a Éfeso y la acompañó hasta la hora de su gloriosa muerte.
El emperador Dominiciano quiso matar al apóstol San Juan y lo hizo echar en una olla de aceite hirviente, pero él salió de allí más joven y más sano de lo que había entrado. Entonces fue desterrado a la isla de Patmos, donde escribió el Apocalipsis.
Después volvió otra vez a Éfeso donde escribió el Evangelio según San Juan, que es el libro que lo ha hecho tan famoso. Este libro tiene un estilo bastante elevado y hermoso. Agrada bastante a las almas místicas, y ha convertido a muchos con su lectura.
A San Juan Evangelista lo pintan con un águila al lado, porque es el escritor de la Biblia que se ha elevado a más grandes alturas de espiritualidad con sus escritos. Ningún otro libro tiene tan elevados pensamientos como su evangelio.
Dice San Jerónimo que cuando San Juan era ya muy ancianito se hacía llevar a las reuniones de los cristianos y lo único que les decía siempre era: ?hermanos, ámense unos a otros?. Una vez le preguntaron por qué repetía siempre lo mismo, y respondió: ?es que ése es el mandato de Jesús, y si lo cumplimos, todo lo demás vendrá por añadidura?.
San Epifanio dice que San Juan murió hacia el año cien, a los 94 años de edad. Poco antes se desplazó a un monte tenebroso a convertir a un discípulo suyo que se había vuelto guerrillero, y logró convertirlo haciéndolo bueno otra vez. Dicen los antiguos escritores que amaba mucho a todos pero que les tenía especial temor a los herejes porque ellos con sus errores pierden muchas almas.
Tierra Santa ha sido a través de los siglos un lugar en el cual se han escenificado grandes batallas. La lucha por la tierra y la custodia de los lugares considerados importantes para cada religión, han ocasionado conflictos, destrucción y muerte. Se ha hecho exactamente lo contrario de lo que Jesucristo nos pidió cuando estuvo entre nosotros hace dos mil años. Al darse cuenta el Papa Urbano II (1095) que los musulmanes estaban destruyendo los Santos Lugares, organizó la Primer Cruzada, que fue motivada por Pedro de Amiens (Pedro el Ermitaño). La expedición militar la dirigen Godofredo de Buillón, sus hermanos Balduino y Eustaquio de Bolonia y otros más. Toman Jerusalén el 15 de julio de 1099. Los sultanes de Egipto, Bagdad y Damasco sufren una decisiva derrota en Escalón a manos de Godofredo, el 12 de agosto de 1099 y constituyen así el Reino Latino de Jerusalén.
Ante la pérdida y destrucción de Edesa y el peligro que se cierne sobre Jerusalén, San Bernardo predica la Segunda Cruzada (1147-1148). Luis VII y Conrado III de Alemania emprenden la marcha, pero fracasan en Nicea y Damasco, regresando posteriormente a Europa.
Con la derrota en la batalla de los Cuernos de Hattín (1187), cae Jerusalén en manos de Saladino (?Saláh el Din?) y finaliza el Reino Latino. El Papa Gregorio VIII logra que participen en esta tercera cruzada Federico I de Alemania (Barbarroja), que murió al atravesar el río Cidno, Felipe Augusto de Francia y Ricardo Corazón de León de Inglaterra. Ambos derrotan a Saladino y toman San Juan de Acre. Ricardo Corazón de León firma un tratado con Saladino de tres años, tres meses y tres días, gracias al cual se puede visitar libremente Jerusalén.
Muerto Saladino (1193), el Papa Celestino III invita a Enrique IV de Alemania a un nuevo intento, quien, aunque desoyéndole en principio, envía a sus caballeros. Éstos, al no recibir ayuda de Constantinopla, se vuelven contra la ciudad saqueándola y poniendo y quitando emperadores. Sólo Margarita de Hungría alcanzó a llegar a Tierra Santa. (Aquí vemos que también los cruzados se volvieron saqueadores a pesar de ser cristianos).
Procedentes de Francia y Alemania y movidos por el entusiasmo de la espiritualidad de la época, miles de adolescentes se lanzan imprudentemente a una empresa que rebasa sus posibilidades y que les lleva a perecer en gran número en los Alpes; el resto, recogidos en Marsella, fueron vendidos como esclavos en África.
La Quinta Cruzada (1217- 1221), la inicia Inocencio III y la continúa Honorio III. Toman parte soldados de Hungría, Holanda, Austria y España. Conquistan San Juan de Acre y fracasan en el monte Tabor. El sultán Malek el Kamel les propone la paz, que rechaza apresuradamente el delegado pontificio Pelagio. La cruzada fracasa al fin por la impericia y poca previsión del delegado.
Durante la Sexta Cruzada (1227-1229), los caballeros Templarios, Hospitalarios y Teutónicos vienen a Europa a pedir ayuda. Honorio III compromete a Federico II, sobre quien, no obstante, recaerá la excomunión de puño y letra de Gregorio IX por no cumplir los objetivos de la Cruzada. El emperador se limita a firmar una tregua de diez años con el sultán Malek el Kamel. Concluido el plazo, Jerusalén vuelve a manos de los musulmanes.
La Séptima Cruzada (1248-1254) iniciada por el Papa Inocencio IV, es la primera de San Luis rey de Francia. Conquista Damieta y cae preso en la aldea de Minieh, obteniendo la libertad del sultán Malek-el Mohadan II previa la devolución de Damieta. El Santo permaneció cuatro años en Tierra Santa fortificando Jafa y Cesarea.
La Octava Cruzada (1270), es el último esfuerzo de Europa realizado por San Luis rey de Francia, que muere en Túnez atacado por la peste. Le reemplaza su hermano Carlos de Anjou, sin resultado positivo. Así terminan las cruzadas.
En sus ocho cruzadas no lograron el objetivo principal que era el dominio y permanencia en Jerusalén, que solamente mantuvieron por 100 años. Muchos de los palestinos que dejaron su terruño en busca de mejores condiciones de vida durante los siglos XIX y XX, descienden de estos cruzados.
CONTINUARÁ EL PRÓXIMO DOMINGO
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