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Más allá del viaje a América

EL UNIVERSAL-AEE

MÉXICO, DF.- En la escuela nos contaban la historia de los hombres que, procedentes de Asia, cruzaron el Estrecho de Bering y llegaron al Continente Americano en busca de tierras dónde vivir. Esa sencilla manera de explicar el poblamiento de América tenía fines didácticos y cumplió su objetivo.

Sin embargo, nuevas preguntas en torno del ?gran viaje? de los pobladores de nuestro continente, desplazándose desde Alaska hasta la Patagonia, cazando y recolectando, plantean otros retos y llevan a sorprendentes hallazgos.

El Laboratorio de Estudios de Evolución Humana (LEEH), del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA), está dedicado a la investigación de ese proceso de la Prehistoria. Allí, antropólogos y arqueólogos parten de la idea de que el último gran paso que dio la evolución humana hace diez mil años fue la colonización de América.

?Tenemos evidencias de que el poblamiento de nuestro continente fue muy complejo, porque en él intervinieron diversos factores como el ambiente, la fauna local y la tecnología que emplearon aquellos emigrantes. Debido a que todavía no se han precisado adecuadamente estos aspectos, aplicamos el pensamiento evolutivo para tratar de hacerlo?, dice el arqueólogo Alejandro Terrazas Mata, miembro del grupo de investigadores y responsable del LEEH.

La teoría evolutiva se sostiene en tres postulados: la selección natural, las migraciones y el aislamiento geográfico. Así, cuando una población queda aislada durante mucho tiempo, empieza a tener sus propios cambios, sus propias particularidades genéticas; por lo contrario, cuando las poblaciones migran y se mezclan unas con otras, se producen intercambios que hacen que sus perfiles genéticos se modifiquen.

?Esto resulta evidente en el caso de los hombres que llegaron a América -abunda Terrazas Mata-, pues ya eran anatómica y cognitivamente modernos; sin embargo, tuvieron que adaptarse a alturas por arriba de los cuatro mil metros sobre el nivel del mar. Sus ancestros asiáticos no vivieron nunca en esas condiciones, por lo que ellos desconocían el clima frío que encontraron en el norte de nuestro continente.?

DESPLAZAMIENTO A ZONAS TEMPLADAS

Al desplazarse a zonas templadas, bajando por las costas hasta las grandes llanuras, esos hombres encontraron animales que nunca habían visto, y al llegar a los grandes desiertos tuvieron que desarrollar nuevas estrategias biológicas y culturales para sobrevivir (por ejemplo, buscar y encontrar agua). Mientras tanto, otros grupos ingresaron en los bosques, lo cual implicó un clima y un tipo de alimentación completamente distintos.

El especialista explica: ?Muchos de estos fenómenos sucedieron en México, sobre todo en las zonas de lo que hoy son los desiertos del norte. En aquel entonces la zona estaba conformada por grandes pastizales, los cuales eran hábitat de mamuts, bisontes, camellos y perezosos gigantes, y los grupos que se quedaron ahí los vieron desertificarse. A pesar de que esa fauna desapareció, ellos aprendieron a sobrevivir con plantas, peces y pequeños animales. Así se formaron las culturas del desierto con las que más diez mil años después se encontraron los misioneros españoles?.

Otros grupos, en cambio, siguieron su camino y llegaron al trópico, es decir, al calor, la humedad y también las enfermedades que hacían difícil su supervivencia.

?Los primeros hombres debieron de haber entrado en América hace unos 20 mil años por la costa. Ésta era el único paso, puesto que aún había grandes casquetes de hielo cubriendo el interior del territorio continental. Posiblemente usaron algún tipo de embarcación, con una tecnología más sofisticada de lo que puede suponerse, y al final quizá dejaron la línea de la costa e ingresaron en los grandes territorios del interior del continente por México?, informa Terrazas Mata.

PUNTOS DE PARTIDA Y DE ENCUENTRO

En el LEEH se siguen dos grandes líneas de investigación relacionadas con el continente americano: los desiertos del noroeste y la zona tropical. La primera resulta de vital importancia porque, de acuerdo con los investigadores, en los desiertos del norte del país se han encontrado depósitos de la Edad del Hielo o Pleistoceno (entre 15 mil y diez mil años de antigüedad), es decir, de cuando los primeros seres humanos tenían poco tiempo de haber llegado a la región.

De este modo, en el LEEH no sólo se estudia el ?gran viaje?, sino también lo que pasó en el camino, quiénes fueron los que se quedaron aislados y quiénes tuvieron contactos con otros grupos y pusieron los cimientos de las culturas que posteriormente inventarían la agricultura en Mesoamérica.

?Estamos descubriendo cómo estos cazadores-recolectores lograron modificar el ambiente. Aunque apenas contaban con lanzas y herramientas de piedra, tenían una gran capacidad cultural para hacer que algunos cactus, como la pitaya, crecieran más en ciertos lugares, o para construir una pequeña represa en el desierto. Ahora nos enfocamos en un área específica de Sonora, conocida como El Arenoso, precisamente porque ahí esperamos encontrar las primeras evidencias de población humana en el territorio nacional?, puntualiza Terrazas Mata.

Otra vertiente que aborda el LEEH, en colaboración con el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) es la evolución humana en Quintana Roo, donde se asentaron algunas de las poblaciones que luego se desplazaron a Centroamérica y de ahí a Sudamérica, dando lugar a una enorme diversidad cultural y biológica.

Los especialistas del LEEH creen que ésta tuvo que haber sido originada por unos cuantos emigrantes en tránsito por el territorio mexicano hacia aquella zona.

Para fortalecer esta hipótesis han hecho estudios comparativos de la forma del cráneo de las osamentas halladas y documentado las diferencias entre los primeros Homo Sapiens y las poblaciones americanas más recientes, a una de las cuales pertenece el cráneo de la osamenta conocida como Peñón III, una de las más antiguas del centro de México.

Se tenía la idea de que los primeros americanos fueron los antepasados de los pueblos indígenas, y esto es cierto. Los mongoloides llegaron al continente y lo colonizaron. Cuando arribaron a América, los españoles se encontraron a los grupos llamados amerindios o indígenas, de filiación mongoloide, muy parecidos a esos asiáticos del norte de China.

?Lo que se ha descubierto recientemente -refiere el arqueólogo universitario- es que miles de años antes otros pueblos del sur de Asia, que algunos autores prefieren llamar australomelanesios, ya habían llegado al Continente Americano. Al tomar el cráneo de Peñón III nos damos cuenta de que su ?dueño? (o mejor dicho, su ?dueña?, porque es de mujer) no se parece a los indígenas actuales ni a los mongoloides, sino a los habitantes de los pueblos del sur de Asia y de Australia. Esto significa que los primeros en llegar a América, hace unos 15 mil años, fueron los pueblos paleoamericanos, llamados así para distinguirlos de los indígenas. Sin embargo, mantuvieron una población muy baja en todo el continente, por alguna razón que aún no entendemos.?

De este modo, cuando los grupos mongoloides ingresaron por Alaska al resto del continente, reportaron una tasa de crecimiento demográfico más alta que los pobladores originales y, a medida que se encontraron a éstos en su camino, se fueron mezclando y sus genes predominaron.

?Hemos encontrado casos de indígenas del tiempo de la conquista española que se seguían pareciendo a los paleoamericanos. Otros, como los pericúes de Baja California, también tienen rasgos paleoamericanos. Asimismo, en la Patagonia se han encontrado cráneos similares a los de estos primeros pobladores?, finaliza Terrazas Mata.

Cazadores-recolectores

Cuando los investigadores del LEEH se plantearon la posibilidad de estudiar a los antiguos grupos de cazadores-recolectores de América, no sabían que su objeto de estudio era muy complejo.

-?Caímos en la cuenta de que no eran grupos simples, sino muy importantes que dejaron una herencia y una impronta fortísima en nuestra historia. Fueron ellos los que sentaron las bases para la invención de la agricultura y de mitos tales como el del monstruo de la tierra, que dio lugar, miles de años después, a Quetzalcóatl?, señala Alejandro Terrazas Mata.

-Además, dejaron un registro impresionante de petrograbados, pinturas rupestres y entierros en cuevas como la de la Candelaria.

-?Cuando se analizan sus religiones se percibe su respeto por la naturaleza, cuando se revisa su modelo de vida se descubren sus múltiples alternativas de convivencia.?

Antropólogo de tiempo completo

Alejandro Terrazas Mata obtuvo la licenciatura en arqueología, con mención honorífica, en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, así como el grado de maestro en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y en el IIA, donde trabaja como investigador y responsable del LEEH.

-Ha colaborado en las revistas National Geographic y Nature con artículos sobre el poblamiento de América.

-Asimismo, ha trabajado con el Museo Nacional de Antropología e Historia del INAH como guionista para la reestructuración de las salas Introducción y Orígenes, y como coordinador del proyecto Poblamiento Temprano del Noroeste de Sonora, México, de la UNAM.

-Es coautor de los artículos El Poblamiento de América y México, publicado en Fósiles de México. Coahuila, una Ventana a Través del Tiempo, y Sobre el Modo de Reproducción en Sociedades Pretribales, publicado en la Revista Atlántica-Mediterránea de Prehistoria y Arqueología Social.

FUENTE: El Universal-AEE

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