Washington, (EFE).- A mucha gente nunca le llega la hora de dejar de trabajar, pero un economista de la universidad de Michigan (EU) asegura haber encontrado un remedio para acabar con los adictos al trabajo: cargarles con más impuestos.
Joel Slemrod, profesor de Economía de Negocios y director de la Oficina de Investigación de Impuestos de la Universidad de Michigan, explicó a EFE que un estudio que él ha dirigido demuestra que gravar fiscalmente a los adictos al trabajo "tendría el mismo efecto disuasorio que los impuestos al tabaco o al alcohol".
Quienes padecen este tipo de dependencia (conocidos en inglés como "workaholics") tienen una mayor propensión a padecer problemas de salud como cansancio crónico, estrés, hipertensión y problemas emocionales en sus familias.
"La mayor parte de los adictos al trabajo tiene unos ingresos altos y un nivel educativo superior a la media", aseguró Slemrod.
A diferencia de las tasas sobre el tabaco, "que son muy regresivas (quienes ganan menos, pagan una mayor proporción de su salario), la política correctora de la adicción al trabajo sería progresiva, de tal forma que quienes más ganan, que también son los principales afectados por este problema, pagarían más".
Uno de los principales conflictos entre los dependientes del trabajo está en el momento de su jubilación, que muchos de ellos postergan una y otra vez.
"Hay una mala interpretación de la jubilación y de sus consecuencias. Generalmente, los adictos al trabajo juzgan mal los beneficios que les puede reportar seguir trabajando o hacerlo más horas cada día", explicó.
El estudio, codirigido por el profesor de la Universidad de Texas Daniel Hamermesh, parte de un banco de datos sobre jubilaciones y de un panel sobre dinámica de ingresos de la universidad de Michigan.
El análisis de los datos permitió a los investigadores concluir que cuanto mayor es el nivel educativo, más crecen las posibilidades de que un trabajador se replantee cuándo jubilarse.
No existen datos definitivos sobre el número de gente que, más que sentada, parece atornillada a sus sillas, pero Slemrod da por bueno el porcentaje de una macroencuesta en Canadá, que determinó que casi uno de cada tres ciudadanos no logra desengancharse de su vida profesional.
En Japón, esta plaga ha llegado hasta límites mortales e incluso se ha creado una palabra, "karoshi", para denominar las muertes por exceso de trabajo.
Se calcula que unas mil personas mueren en el país asiático cada año a causa de ataques al corazón provocados por el estrés laboral.
Para evitar llegar a estos extremos, la propuesta de Hamermesh y Slemrod es gravar las horas de más que un trabajador pasa en su puesto, así como los años de más que desempeña su labor.
Los profesores son conscientes de que su medida reduciría la riqueza de un país, pero "la gente estaría agradecida y más feliz", según Slemrod.
"Se trata de una propuesta hipotética, con el objetivo de movernos a la reflexión sobre el modo de vida que llevamos. Sin embargo, quizá no es el mejor ni el único camino para acabar con esto", aseguró.
Otro de los descubrimientos interesantes del estudio es que, tras supuestos adictos al trabajo, se esconden en realidad consumistas extremos.
"Mucha gente que desarrolla aparentemente una conducta de dependencia del trabajo es porque en realidad son adictos a las compras, para lo cual tienen que hacer más horas extras", indicó.
Sin embargo, está claro que esta adicción, que se adquiere en los primeros años de las carreras profesionales, puede afectar a cualquiera.
El propio Slemrod no se considera a sí mismo un adicto al trabajo, aunque su mujer "probablemente no esté de acuerdo".