La semana pasada estuvo llena de noticias en materia monetaria. El martes 24 conocimos los datos de la inflación para la primera quincena de octubre en México; la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) comunicó el miércoles 25 que mantenía sin cambio sus tasas de interés; y el Banco de México (Banxico) anunció el viernes 27 que tampoco modificaba su tasa de referencia. Uno pudiera concluir de los anuncios oficiales de ambos bancos centrales que todo está en calma en el terreno inflacionario de sus respectivos países.
La decisión de la Fed no fue unánime, ya que hubo un voto disidente, pero tiene sentido todavía porque están a la expectativa de ver cómo las alzas de tasas que se aplicaron por dos años, así como el descenso reciente de los precios de los energéticos y el menor ritmo de expansión económica esperado para 2007 afectan las presiones inflacionarias. No obstante, el mensaje dejó entrever que sigue viva la preocupación por la inflación y que muy probablemente la política monetaria de Estados Unidos no cambiará de tendencia en el futuro próximo, como esperaban algunos analistas financieros.
En nuestro caso, Banxico decidió dejar sin cambio el nivel de su tasa de referencia, que redujo desde el año pasado, al considerar que el incremento en el ritmo de crecimiento de los precios en los meses de septiembre y octubre obedece a cuestiones extraordinarias y transitorias, que al superarse harán que la inflación retome una trayectoria descendente. Esta expectativa quedó explícita en su Anuncio de Política Monetaria, donde dice que la inflación descenderá ?por abajo del cuatro por ciento en diciembre?.
Hace apenas dos semanas hice varios comentarios sobre las trayectorias de la inflación y de las tasas de interés en nuestro país. Los datos de la primera quincena de octubre y la decisión de Banxico, respecto a no modificar su tasa de referencia, confirman mis temores de que nuestras autoridades monetarias no son muy afectas a tomar medidas preventivas.
No hay duda de que el movimiento de la inflación anual en México ha sido ascendente por varios meses, después del piso de tres por ciento que alcanzó en mayo de este año. Es cierto que el brinco del índice de precios en estos dos últimos meses se debe, en gran parte, al alza de algunos productos agrícolas, pero también es cierto que ello ubica el ritmo de crecimiento de los precios por encima del techo de la meta oficial de entre dos y cuatro por ciento, lo que pudiera muy pronto afectar las expectativas inflacionarias del público, que se puede reflejar en revisiones salariales que tiendan al alza.
El dato de octubre, en particular, acercará la inflación anual al 4.5 por ciento, cifra que se antoja muy difícil de regresar por debajo del cuatro por ciento en los dos meses que restan del año, aún cuando esa es la estimación que aparece en el comunicado de Banxico. El problema está en que el alza de la inflación no se limita al índice general que, como bien señalan las autoridades, se afecta por las variaciones de precios de productos volátiles como los energéticos y los bienes agrícolas, sino que también se refleja en un cambio de trayectoria de la inflación subyacente, la que no incorpora dichos productos.
La tasa anual de la inflación subyacente registró su mínimo nivel del año en febrero, y desde entonces ha registrado una paulatina pero consistente tendencia al alza, pasando de 2.9 por ciento a un estimado de 3.45 por ciento en octubre. La cifra todavía no rompe el techo de la meta oficial, pero es claro que registra una tendencia que en otros países es muy probable que hubiera motivado la aplicación de medidas preventivas. Ese no es el caso de nuestro país, donde seguimos esperanzados de que este repunte de la inflación sea transitorio y, como tal, se revierta solo.
Quizá tengan razón las autoridades, pero también existe la posibilidad de que se equivoquen. Una gran parte del éxito de un banco central depende de que convenza a los agentes económicos de su compromiso con la estabilidad de precios. Banxico ha logrado mejorar considerablemente su credibilidad en años recientes, dado el pronunciado descenso de la inflación en nuestro país. Esa credibilidad, sin embargo, no está consolidada y en cualquier momento puede debilitarse y hasta perderse, por lo que un banco central nunca debe bajar la guardia en su tarea de prevención de las presiones inflacionarias.
En ese contexto me parece que los datos de inflación que conocemos hasta hoy debieran ser suficientes para provocar la aplicación de medidas preventivas por parte de Banxico, como sería un alza de su tasa de referencia. Algunos me dirían que un incremento de tasas en este momento atraería más capitales extranjeros y apreciaría todavía más al peso, lo que pudiera afectar negativamente la competitividad de las empresas mexicanas. Eso es cierto, pero la tarea de Banxico no es evitar una apreciación o propiciar una depreciación de nuestra moneda, sino vigilar con gran celo el cumplimiento de la meta de inflación. Hay muchas otras acciones gubernamentales que contribuyen a mejorar la competitividad de las empresas, sin trastocar el manejo de la política monetaria.
El comunicado del viernes pasado de Banxico sigue manifestando su preocupación por el comportamiento reciente y futuro de la inflación, pero no queda claro cuando, si es que alguna vez, piensa actuar de manera preventiva. La política laxa aplicada hasta ahora ha facilitado la aparición de las presiones recientes de precios y es probable que, contrario a la expectativa oficial, pueda complicar la convergencia de la inflación hacia su meta en 2007. Por consiguiente, sigo pensando que lo más prudente es tratar de conjurar la presente amenaza inflacionaria con una política monetaria menos laxa que eleve las tasas en el futuro próximo.