“El primer arte que deben aprender los que aspiran al poder es el ser capaces de soportar el odio”. Séneca
Marcelo Ebrard, candidato del PRD al Gobierno de la Ciudad de México, dijo ayer que, en caso de llegar al poder, buscará que su Administración tenga un canal de televisión y una emisora de radio propios. Señaló, de hecho, que una prioridad del PRD es favorecer la televisión pública sobre la privada.
El deseo de los políticos mexicanos de controlar los medios de comunicación, o de tener sus propios medios para contrarrestar a los privados, no es nuevo. En los años setenta Luis Echeverría arrebató el canal 13 de televisión de la Ciudad de México a sus dueños privados; y con éste, y otros canales en todo el país, construyó el sistema Imevisión, con dos cadenas nacionales. Lejos de quitarle a Televisa el monopolio de la televisión como pretendía, sin embargo, cavó un hoyo sin fondo en el que se perdieron miles de millones de pesos de los contribuyentes que se pudieron haber utilizado para mejores propósitos. Ni siquiera en lo político se convirtió Imevisión en un contrapeso a la televisión privada.
El propio Gobierno prefería hacer sus anuncios importantes en Televisa porque, al igual que cualquier otro emisor de mensajes, quería llegar a un máximo posible de receptores. E Imevisión, agobiada por los cambios de directores y por el peso de su estructura burocrática, simplemente no podía ser competitiva.
En radio el Gobierno Federal creó la “Hora nacional”, que enlaza forzosamente a todas las emisoras del país, con el supuesto propósito de crear un momento de unidad de todos los mexicanos. Y efectivamente lo ha conseguido. A esa hora, puntualmente, quienquiera que esté escuchando radio en el país apaga el aparato.
En lo personal yo he estado recientemente en dos ocasiones en esa “Hora nacional”. Y a pesar que se transmite en miles de estaciones de radio a lo largo y ancho del país, no conozco a una sola persona que me haya escuchado. El Congreso no ha sido inmune a la tentación mediática.
Inquietos los diputados y senadores por el desprecio en que los tienen los ciudadanos, no encontraron razón de esa actitud en su propia conducta y prefirieron -humanamente- culpar a los medios. Pensaron así que con la creación de su propio Canal del Congreso podrían mejorar su imagen y la comprensión de su labor entre los ciudadanos comunes y corrientes.
Pero el Canal del Congreso padece del mismo mal que la “Hora nacional” y todos los demás espacios estatales: falta de público. Un chiste muy socorrido en el ambiente periodístico es que sería más barato enviar los programas del Canal del Congreso por motociclista a todos sus televidentes que continuar pagando sus actuales costos.
El Gobierno y el Congreso cuentan también para comunicar con los tiempos fiscales y de Estado en los medios privados, desde los cuales nos bombardean constantemente a los mexicanos. Los spots tratan de persuadirnos de que los políticos realmente se preocupan por nuestro bienestar; pero por falta de inventiva e iniciativa, resultan insulsos y confusos. Además, sus pautas se vuelven eternas y aburridas. Por eso, con el tiempo se convierten simplemente en parte del ambiente.
Se emiten, pero no se ven ni se oyen; quitan el tiempo, pero no convencen. Son un desperdicio más de recursos del Gobierno y de tiempo valioso en los medios de comunicación.¿Cuántas veces hemos visto al presidente Fox diciéndonos que el país marcha a las mil maravillas? ¿Cuántas hemos escuchado todo lo que hacen los diputados y los senadores por nosotros? ¿De qué ha servido?
Ebrard dice que no quiere tener medios para promoverse a sí mismo; el propósito, afirma, es ofrecer servicios al público. Pero ante la experiencia de tantas décadas, es difícil, si no imposible, creerle. No hay político que haya resistido la tentación de utilizar cualquier medio a su alcance para promoverse en lo personal; ni Fox ni López Obrador ni ningún gobernador priista están libres de culpa. Por otra parte, incluso la labor social la hacen mejor los medios privados que los públicos.
Si no, hay que ver los logros de “A quien corresponda”, Movimiento Azteca o el Teletón. En un país con tantas necesidades como el nuestro es inaceptable que el Gobierno gaste dinero en manejar medios de comunicación. De hecho, esto es incluso peligroso. Para lograr un buen equilibrio de poderes, la autoridad política debe estar separada de los medios. Una sociedad sana es aquélla en que los periódicos, las revistas, la radio, la televisión y el Internet son independientes del Gobierno.
FISCALÍA ESPECIAL
La forma más fácil de matar una investigación es crear una fiscalía especial. No es incorrecto dar una averiguación a un equipo de trabajo que se concentre en un caso en particular. Así se evita la dispersión producto de la enorme cantidad de casos que tienen las procuradurías. Pero las fiscalías especiales son simples desplantes políticos. No añaden ni eficiencia ni voluntad política a un esfuerzo de investigación. Perdonen, pues, que no aplauda la decisión del gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, de crear una fiscalía especial para investigar el enriquecimiento de su predecesor Arturo Montiel.
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