En las que han sido dos señales sobre lo que puede esperarse en materia económica de su próximo Gobierno, el presidente electo, Felipe Calderón, presentó primero a fines de septiembre su agenda legislativa, donde estableció como prioridades inmediatas erradicar la pobreza, crear más y mejores empleos, y combatir la inseguridad. Después, el diez de octubre en la ciudad de México, dio el banderazo inicial para lo que sería una ronda de consultas regionales que terminaron en Hermosillo ayer martes 14 de noviembre en torno al proyecto México 2030. Éste trata de ser un mecanismo participativo para definir los objetivos y estrategias del Plan Nacional de Desarrollo 2007 ? 2012 y establecer con una visión de más largo plazo varias metas para nuestro país en el año 2030.
Felipe Calderón ha insistido en que tanto la agenda legislativa como el proyecto México 2030 son dos esfuerzos complementarios. El primero trata de construir acuerdos viables en el corto plazo entre los actores políticos que participan en el Congreso de la Unión sobre temas sustantivos inmediatos, mientras que el segundo pretende establecer un rumbo definido para el país más allá de 2012 con una participación de toda la sociedad.
La primera prueba importante para la agenda legislativa será la aprobación del paquete económico 2007, cuando las condiciones externas ya no serán tan favorables para nuestro país, especialmente en cuanto a la tendencia creciente en los precios del petróleo que prevaleció durante 2005 y 2006, así como por los efectos negativos de la desaceleración prevista en la economía estadounidense. Con ese entorno, el Gobierno de Calderón tendrá menores márgenes para sostener el gasto público creciente que caracterizó a la administración del Presidente Fox.
Mientras esperamos el desenlace que tendrá la agenda legislativa en los dias siguientes, vale la pena hacer algunas observaciones sobre el proyecto México 2030. Primero, la coordinación de las labores respectivas ha sido encargada por el Presidente Calderón a Carlos Medina Plascencia, lo que envía el mensaje claro de que esas labores tendrán un contenido con gran dosis política, por lo que muy probablemente se mediatizarán sus resultados.
De acuerdo a los lineamientos presidenciales, las consultas giran alrededor de cinco ejes de reflexión y de acciones: Estado de Derecho y Seguridad Pública; Economía Competitiva y Generadora de Empleos; Igualdad de Oportunidades; Desarrollo Sustentable; y Democracia Efectiva y Política Exterior Responsable. Para cada uno de estos ejes se asignó un coordinador, donde destaca Arturo Fernández para el de Economía Competitiva y Generadora de Empleos.
Los ejes referidos son los mismos que Calderón planteó como parte de su campaña de proselitismo en el documento titulado El Reto de México. En este sentido, ahora la consulta pretende complementar sus propuestas con el fin de incorporar la opinión ciudadana que, en principio, podrá sugerir la estrategia requerida para lograr los objetivos definidos con respecto a cada uno de los ejes predeterminados. Los temas están identificados en forma tan genérica que tienen la suficiente flexibilidad para admitir sugerencias que pueden provenir, incluso, de las fuerzas políticas que no resultaron victoriosas.
A mi juicio, el principal cuestionamiento del Proyecto México 2030 es de carácter conceptual y pragmático. No cabe duda que cualquier país tiene que contar con una visión de largo de plazo que le permita adoptar estrategias congruentes con sus objetivos. En nuestro caso, esos grandes lineamientos tendrían que ver actualmente con la integración o no de nuestra economía al contexto global y la adhesión o no a los principios de la economía de mercado como guía para la asignación de recursos.
La respuesta a estas opciones es la que determinará las acciones subsiguientes. Si el resultado es que aspiramos a una inserción exitosa dentro de la economía global y deseamos progresar hacia una economía de mercado, el gobierno de Calderón tendrá muy poco margen de maniobra para aplicar una planeación oficial detallada y con una alta injerencia estatal en nuestro desarrollo. En cambio, si la respuesta es la de una economía autosuficiente y con mayor control gubernamental, veremos una administración deseosa de diseñar planes y programas donde el Estado tenga un papel determinante.
Este último camino fue el que siguieron las economías socialistas en la segunda mitad del siglo pasado con un balance evidentemente negativo, resultado igual al de los distintos planes y programas de gobiernos mexicanos anteriores que pensaron que la intervención del Estado era la panacea para la economía. Por esta y otras razones, considero que la ruta para el progreso de México está en el aprovechamiento inteligente de las ventajas que ofrece la globalización y el avance cada vez mayor hacia una verdadera economía de mercado. De ahí mi escepticismo sobre las consecuencias prácticas que pudiera tener el proyecto México 2030 si como resultado de las consultas su programa conlleva una intervención creciente del gobierno en la economía.
Los promotores de esa consulta señalan que países como España y Brasil han obtenido resultados favorables al definir prioridades específicas para su desarrollo, lo que en sí es cuestionable y en el mejor de los casos ocurrió en condiciones muy distintas a las que el mundo vive hoy. Prueba de ello es que China, el país socialista formal más importante que queda en el mundo, aunque en la retórica sigue adherido a la planeación, en la práctica ha venido alejándose de los aspectos centralizados de la misma y le está otorgando más prioridad a asignar los recursos a través del mercado. Estoy convencido que México tiene que transitar por este camino más que por el de la intervención gubernamental si realmente aspiramos a ser una nación desarrollada para 2030.