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Migración al clóset

Genaro Lozano

Para entender la reciente radicalización del debate migratorio en el Senado de EU conviene traer a colación la explicación que el politólogo David Mayhew hace del funcionamiento del Congreso en un libro titulado ?Congress: the Electoral Connection?.

En ese ensayo, Mayhew explica el comportamiento de los 535 legisladores estadounidenses bajo una sola óptica. Para el politólogo, básicamente, los senadores, como Hillary Clinton y los representantes, como James Sensenbrenner, sólo tienen en mente su deseo de no perder la curul.

La encuesta dada a conocer por The New York Times la semana pasada revela que sólo 25 por ciento del electorado aprueba la labor del Congreso y que hasta 48 por ciento cree que su representante o senador no merece ser reelecto. Adicionalmente, la encuesta señala que la popularidad del presidente George W. Bush apenas alcanza 37 por ciento.

Los republicanos están aterrados. La Cámara de Representantes ha sido tradicionalmente dominada por el Partido Demócrata, pero en 1994 el dominio demócrata de cuatro décadas terminó con el avance de los republicanos en ambas Cámaras. Desde entonces, el balance de fuerzas en el Capitolio ha sufrido ligeras modificaciones que han favorecido a los republicanos, pero, por lo menos desde hace un año, la tendencia en las encuestas adelanta un reacomodo que favorecería a los demócratas, volviendo un infierno los últimos dos años de George W. Bush. Después de todo, parece que Hugo Chávez sólo mostró un don de vidente al acusar a Bush de ser el diablo en la ONU?

La lupa electoral ?mayhewiana?, simple como es, bien explica la radicalización del debate migratorio. Los republicanos están atrapados en Irak. Su presidente es hoy una carga más que una ayuda. El truco antigay, antiaborto, anticélulas madre y antiterrorista ya está quemado. Hoy parece que los republicanos ven en el truco antiinmigrante la única estrategia para detener el avance demócrata en las elecciones de noviembre, pero su cálculo podría ser erróneo.

El despertar del activismo hispano y la carga que significaría para los gobiernos estatales edificar un muro e invertir en mayor tecnología de seguridad, así como el impacto mediático para las autoridades locales por las denuncias que se multiplicarán de los abusos a los derechos humanos de los inmigrantes podrían enterrar la propuesta a votarse en el Senado esta semana sí, y sólo sí, a los republicanos no los ciega el incentivo electoral.

Cuando México presentó la agenda de un acuerdo migratorio en 2000, sus artífices jamás se imaginaron el escenario que vivimos hoy. Bush prometía ser un buen presidente y el dominio republicano en el Congreso parecía sin fin. No se pensó en el escenario de Gobierno dividido ni en el 11-S y sus efectos. Una buena intención mexicana hoy termina con efectos colaterales, con la amenaza de un muro ?jewish style? en la frontera. A como están las cosas, lo deseable sería que la iniciativa tenga el mismo destino que la enmienda a la Constitución para prohibir los matrimonios gays: que se regrese al clóset?

Profesor del ITAM

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