Miles de inmigrantes tomaron las calles paralizando las actividades de la ciudad de Los Ángeles. El motivo: la reforma migratoria que defiende el presidente de Estados Unidos, George W. Bush y su plan de trabajadores huéspedes.
Para el presidente de Estados Unidos, una reforma de inmigración global requiere un programa de trabajadores temporales, de esta forma los inmigrantes tendrían un permiso provisional para realizar los trabajos que no quieren hacer los estadounidenses y permanecer en ese país de forma legal durante el tiempo en que estén laborando.
Sin embargo, las organizaciones de defensa de los inmigrantes, unidas a asociaciones económicas, sociales y religiosas, llevan varios días organizando manifestaciones en distintas ciudades con lemas como “No somos el problema, somos la solución” para exigir una reforma amplia y justa. Con las manifestaciones se pretende frenar algunas de las propuestas legislativas que ya están sobre la mesa del Congreso estadounidense y que proponen medidas como criminalizar la permanencia ilegal en ese país, imponer nuevas penas a quienes den trabajo a los ilegales o levantar una barrera o muro a lo largo de una gran parte de la línea fronteriza con México.
Sobre esta controversia el pasado martes 21 de marzo, la Presidencia de México publicó en tres diarios de Estados Unidos un desplegado que intenta incidir en el debate que en los próximos días se dará en el Senado de aquel país sobre una reforma migratoria.
La postura del Gobierno de Vicente Fox ha sido la aceptación de un programa de trabajadores temporales y guiños sobre una posible amnistía para los residentes ilegales en aquel país, lo que refleja nuevamente la añeja debilidad del Gobierno mexicano frente a una política migratoria definida unilateralmente por Estados Unidos.
A punto de terminar el sexenio de Vicente Fox queda en evidencia que la definición de la política migratoria mexicana es una asignatura pendiente.
