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Milosevic muerto

Joel Hernández Santiago

Como en aquel viejo programa terrorífico de nuestra infancia: “nadie sabe, nadie supo, nadie sabrá”, decía el Monje Loco antes de contar su horrorosa historia de horror. Así ocurre en el caso de la extraña muerte del señor Slobodan Milosevic, quien era enjuiciado en la Corte Penal de La Haya por crímenes contra la humanidad.

El 11 de marzo pasado, el ex presidente yugoslavo, de 64 años, fue encontrado muerto en su celda del Tribunal Penal Internacional para la Antigua Yugoslavia (TPIAY), en La Haya (Holanda). El ex político había padecido de hipertensión arterial, por lo que tenían que suministrarle medicamentos para controlarla. No obstante, según los médicos forenses del mismo TPIAY aseguran que su muerte se debió a un paro cardiaco. Por supuesto de inmediato comenzaron las especulaciones respecto de la muerte de Milosevic.

En primer lugar, se ha insistido en que días antes de su muerte, un médico le había hecho algunos análisis sanguíneos con el resultado de haber encontrado en su sangre muestras de un medicamento que se suministra a enfermos de lepra o de tuberculosis.

De ello se sorprendió el mismo político enjuiciado quien aseveraba que no sufría de ninguna de estas dos enfermedades por lo que generó la sospecha de que intentaban envenenarlo. Posteriormente se ha sabido que estos medicamentos anulan los efectos de la medicina que debía controlarle la hipertensión, por lo que frente a esta enfermedad estaba inerme.

Milosevic fue detenido en abril de 2001 y comenzó su juicio en febrero de 2002 acusado de haber ordenado la matanza de 250 mil bosnios -musulmanes en su mayoría- y obligó a más de un millón a desplazarse para salvar sus vidas. “Estoy más que contento. Estoy encantado. Ese hombre mató a mis dos hijos. Mi mujer enloqueció y se intentó matar tirándose de un séptimo piso después que sus hermanos también murieron en la guerra. El Ejército serbio nos echó a todos los musulmanes de nuestras casas, y todavía no nos atrevemos a volver. ¿Cómo quiere que me sienta?”

El que habla a Ana Carbajosa, periodista española, es un jubilado bosnio, de 76 años, asentado, como miles de sus vecinos desplazados, en Vogosca, en un arrabal de Sarajevo. Por la parte oficial, el presidente en turno de la presidencia tripartita de Bosnia, el musulmán Suleymán Tihic, dijo “lamento por las víctimas, la verdad y la justicia que el proceso ante el Tribunal Penal no termine con una sentencia . Milosevic quedará en la mente como una personalidad política negativa, la mayor responsable de la desintegración sangrienta de la ex Yugoslavia”.

Por supuesto, las especulaciones respecto de la muerte del ex dirigente yugoslavo alcanzaron incluso a gobiernos, como fue el caso del de Rusia que expresó su inconformidad por la débil justificación que hizo el TPIAY por lo que expresó su intención de enviar a sus médicos para verificar los resultados de la autopsia practicada al cadáver de Milosevic.

De la misma manera se expresaron tanto su esposa, Mira Marcovic como su hijo Marko Milosevic respecto de la forma extraña en la que se envuelve la muerte del ex presidente yugoslavo.

Con todo, lo que ha seguido es la insistencia por saber quién suministró a Slobodan Milosevic los medicamentos que inhibieron su tratamiento contra la hipertensión, lo cual, naturalmente, le causó la muerte. Al respecto, voceros del TPIAY filtraron la posibilidad de que el enjuiciado hubiera tomado estos medicamentos para agravarse de forma moderada, a fin de forzar a las autoridades del Tribunal para que lo trasladaran a Moscú, lugar al que había solicitado ser llevado para ser atendido, aunque esta institución negó esta posibilidad por los riesgos que ello significaba para el proceso que se le seguía.

En todo caso, el señor Milosevic ha muerto, el cómo, quizá nunca se sepa, aunque las razones políticas pudieron ser muchas, entre otras, la de que con su muerte existe una posibilidad real de que, finalmente, Bosnia-Herzegovina -país dividido en dos entidades: la República Serbia y la Federación Croato-Musulmana- concluya en un acuerdo de convivencia pacífica, después de todo.

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