Hay en el cementerio de Ábrego una tumba. El viento que sopla en ráfagas de invierno hace escuchar su voz:
"... Pensé que podía vivir solo. Me estorbaban los hombres; de las mujeres desconfiaba, y a los niños ni siquiera los veía.
"A nadie amé, por tanto, y de nadie fui amado. Vagamente recuerdo la tibieza del amor de mi madre, pero muy pronto lo olvidé.
"Viví solo, y morí solo. Ahora, en esta tumba, estoy solo otra vez. Mi tumba es una nueva soledad...".
Hay en el cementero de Ábrego una tumba. Nos enseña que la vida sólo es vida cuando con los demás se vive.
¡Hasta mañana!..