La lluvia es Dios en forma de agua.
Ayer llovió en Saltillo, mi ciudad. En otras ciudades la lluvia es un problema municipal; en la mía es un bautizo. Cae el agua del cielo, baja por la pendiente que conduce al valle y deja limpias las calles, como si en ellas ningún pecado se hubiese nunca cometido. Cuando llega la noche el reflejo de las farolas en la mojada tela del asfalto es un cuadro de Van Gogh.
Yo bendije esta lluvia porque la tierra estaba seca, y en la vecina sierra habían surgido ya los primeros humos de los incendios que matan a la ardilla y al venado. Ahora la montaña es una gota de lluvia cuajada en el ápice del horizonte.
Esta noche el tejado nos dará su música, y en la mañana el sol se mojará los pies en los charcos, igual que hacen los niños. Yo haré un barquito de nostalgias y en él navegaré, cuneta abajo, por la calle donde miré de niño esta lluvia, que es la misma lluvia que ayer volví a mirar.
¡Hasta mañana!..