Desde el aire mira el viajero los sembradíos de Culiacán, en Sinaloa, y encuentra en el verdor de los cultivos un testimonio de trabajo. Luego pasea por la ciudad, y la ve limpia y ordenada, y advierte su progreso en los hermosos parajes citadinos y en los modernos desarrollos comerciales.
Mira eso el viajero y considera injusto que unos cuantos malvados pongan notas de infamia, con sus crímenes y su perverso tráfico, en el ejemplo de laboriosidad honrada de esta gente que trabaja la tierra cada día y saca de ella los mejores frutos.
El viajero vuelve a su casa, y cuando escucha el nombre de Culiacán no piensa en las centenas de asesinos y turbios mercaderes, sino en los cientos de miles de mujeres y hombres buenos que con su honestidad y su quehacer de cada día hacen de esta ciudad sinaloense, y de esta pródiga comarca, un orgullo de México y de los mexicanos.
¡Hasta mañana!..