Hemos quitado los manzanos viejos, los que murieron de tiempo, para poner en su lugar nuevos renuevos.
A la orilla del huerto están los árboles caídos, y son sus secas ramazones anuncio del invierno que se va. Hicimos ya los pozos para los otros arbolitos: cuando lleguen y los plantemos se verán como niños que echan a caminar.
Vendrán los hombres con sus hachas y harán leña de los manzanos idos. La leña del manzano es perfumada; arde calladamente, sin la crepitación de la bravía leña de encino o de nogal. Cuando a mi tiempo se le llegue el tiempo, y sea yo también árbol caído, querré irme así, como el manzano viejo, en el silencio, y desearé que tenga mi recuerdo un vago aroma, como el de él.
¡Hasta mañana!..