Triste destino es el que aguarda al minero del carbón. Vida de oscuridad la suya, llena de peligros: en la mina le esperan la enfermedad, la muerte. Cuando entra al socavón no sabe si va a salir de él. Su jornal es miserable; apenas le alcanza para el pan de su familia.
Y sin embargo el minero parece atado a la mina. Se apega -se pega- a ella igual que el campesino a sus terrones. El oficio pasa de padres a hijos. Hay familias que en cada generación tienen un muerto cuyo cuerpo no devolvió la tierra.
Coahuila está viviendo días de luto. La historia que ha sido antes será hoy, y mañana volverá a ser. Lo mismo de ayer hoy: el dolor primero; la indignación después; las investigaciones que nunca llevan a ninguna parte; las demandas que nadie escucha... Y el olvido, otra vez el olvido, hasta que la profundidad cobre otra vez su cuota de hombres muertos y de mujeres viudas e hijos huérfanos.
Lo que ha pasado pasa siempre. Y siempre pasa.
¡Hasta mañana!..