Cuando la noche deja de ser noche y el día aún no es día escucho en la penumbra de mi cuarto los ruidos de la casa del Potrero.
Cruje la madera del ropero que fue de doña Trini. ¿O es la del baúl ("castaña" se llama acá en el rancho, por la forma abombada de ese cofre) donde guardaba el tío Sixto las escrituras de sus tierras?... Se oye el drip drip del filtro de agua en la cocina... Suena de pronto, movida por una ráfaga de viento, la puerta del corral...
Me gusta oír esos ruidos de la noche en el rancho. Son una pequeña serenata nocturna más bella para mí que la de Mozart. Y es que esta música está hecha con las vidas que fueron y con la vida que es. Son voces de las cosas: ellas también tienen alma. Son ecos de tiempos pasados que pasan otra vez...
Llegará el nuevo día con su tráfago. Los viejos muebles callarán su voz. Pero cuando la noche llegue volverán a hablar y me dirán cosas que en la mañana no se pueden oír.
¡Hasta mañana!..