Llegaron de repente los dos y se presentaron a sí mismos:
-Yo soy mondo.
-Y yo lirondo.
-¿En qué puedo servirlos? -pregunté.
-Tengo ilustre prosapia -dijo mondo-. Mi nombre significa "limpio".
-En cambio el mío -suspiró lirondo- no significa nada. Ni siquiera viene en el diccionario. Y sin embargo mondo, a pesar de su progenie ilustre, no puede estar sin mí, pues nadie usa su nombre sin mencionar también el mío.
-Tampoco lirondo es alguien si yo no voy con él -replicó mondo. Siempre se debe decir "mondo y lirondo". Ninguno de los dos valemos sin el otro.
Yo me quedé pensando que los hombres somos igual que las palabras: tampoco nosotros valemos el uno sin el otro.
¡Hasta mañana!..