Jean Cusset, ateo siempre con excepción de cuando escucha un lied de Schubert, dio un nuevo sorbo a su martini -con dos aceitunas, como siempre- y continuó:
-Las religiones no deben inspirar temor a la muerte, sino amor a la vida. Diré más: ningún hombre de religión debería hablar de la muerte, pues en la idea de Dios somos eternos. Tras esta vida tendremos nueva vida. No sabemos cómo ha de ser, pero sabemos de cierto que ni el espíritu ni la materia pueden perecer.
-Esa esperanza -siguió diciendo Jean Cusset- es el mejor fruto de la fe. Por ella, por la esperanza, nos unimos con nuestro prójimo en la conciencia de que venimos del Amor y al Amor vamos. Esa certidumbre es en nosotros motivo de alegría, no causa de temor. Una religión que no da a sus creyentes esa paz no es religión: es servidumbre. De ella debemos huir como se huye de la mentira. De ella debemos liberarnos como de la opresión.
Así dijo Jean Cusset, y dio el último sorbo a su martini, con dos aceitunas, como siempre.
¡Hasta mañana!..