Ayer apenas vi caer las hojas del nogal. En los primeros días del otoño el árbol se pintaba color de oro, y sus ramas se confundían con las nubes doradas del crepúsculo.
Hoy, de mañana, pasé por donde el nogal -que nunca pasa- está, y vi sus nuevas hojas pintadas con el verde fresco de la primavera. Creí oír que sin palabras me decían: ?¿Nos recuerdas? Somos las mismas hojas que ayer viste caer?.
En aquel tiempo me entristecí al mirar las hojas tendidas en el suelo. Me pregunté: ¿qué hacen ahí estas pobres muertas? Ahora sé lo que hacían: estaban esperando el tiempo en que regresarían a la rama. En las hojas de ese libro, el nogal, he aprendido que la muerte es una espera, y la vida un regreso.
¡Hasta mañana!...