En el Sermón de la Montaña enumeró Jesús ocho bienaventuranzas. Mi esposa y yo tenemos diez: la decena de nietos que llegaron a nuestras vidas como preciosa bendición.
Su abuela los merece. Ella merece todo bien. Pero yo veo a esas criaturas como un milagro que me llegó no sé por qué. Me explico tal prodigio como salido del amor de Dios, fuente de todos los prodigios, y lo agradezco igual que doy las gracias por el don de la vida; igual que espero saber agradecer otro don que también es don de vida: el de la muerte.
Ayer sus nietos le regalaron a mi esposa un valiosísimo collar. En un hilo ensartaron diez figurillas infantiles hechas de migajón de pan. Siete de esas figuras son de niños, tres de niñas. Son las diez bienaventuranzas que tenemos. Ni el hombre más rico de la tierra podría tener más.
¡Hasta mañana!..