El rabino de Kosnitz hacía un viaje. Llegó a la casa de un hombre rico, dueño de innúmero ganado, extensos campos labrantíos y vastos viñedos y olivares.
-¿Qué tienes para comer? -le preguntó-.
-Señor -respondió el rico-. En mi casa sólo se come pan con sal y sólo se bebe agua del pozo. Soy rico, pero gusto de la templanza y la humildad.
-Eres un insensato -lo reprendió el rabino-. Debe haber en tu mesa espléndidos manjares. De hoy en adelante todos los días comerás carne asada y beberás vino e hidromiel.
El rico, desconcertado, le prometió que así lo haría.
Después los discípulos del rabino de Kosnitz le preguntaron por qué había ordenado tal cosa al hombre rico. Y respondió el rabino:
-Porque sólo cuando coma carne entenderá que los pobres deben comer pan. Si él mismo come pan pensará que los pobres pueden comer piedras.
¡Hasta mañana!..