Hace ya muchos años estuve en Nueva York.
Entonces era yo joven y podía gastar el tiempo en cosas como vivir y leer. A veces vida y lecturas se me confundían. Fui a pasar unas semanas en New Bedford porque había leído "Mobby Dick?. Fui luego a vivir a Nueva York para sentir la ciudad que O. Henry en sus cuentos describió.
La sentí, y hasta la amé pese a su enormidad. No fui como turista. Trabajé ahí. Padecí su frío de hielo; sufrí su soledad, más fría aun. Pero también percibí el calor de su magnificente corazón.
No regresé jamás. Tuve dinero y ya no pude volver. Además leía noticias alarmantes acerca de una ciudad terrible en que la vida se volvió riesgo, en que un simple paseo por Central Park era aventura mortal.
Ayer veía la tele. Una muchacha hizo un llamado en los periódicos: estaba muriendo de leucemia y requería un trasplante de médula ósea. A las ocho de la mañana había tres mil donadores ofreciendo la suya.
Quizá regrese alguna vez a Nueva York. Me gustaría que mis hijos conozcan la violenta ciudad de cálido, enorme corazón.
¡Hasta mañana!..