Me habría gustado conocer a don Sebastián de Armijo. Tuvo hacienda en la falda del volcán. Sus tierras daban cosecha abundantísima.
Era hombre rico don Sebastián de Armijo. Su casa era señorial; gustaba de vestir bien, y daba a los suyos una vida buena. Pero huía del lujo y de la ostentación, que -decía- eran cosa de rastacueros.
Cuando murió el señor De Armijo y se abrió su testamento se encontró que había dividido su riqueza en dos mitades: la una para su familia, la otra para los pobres. "Dejo mis bienes -explicaba- por partes iguales a quienes me quisieron y a quienes no tienen quién los quiera. Así miro por mis hijos, y miro también por los hijos de Dios".
Me habría gustado conocer a don Sebastián de Armijo. Cuidó de esta vida, y cuidó también de la otra.
¡Hasta mañana!..