En la ciudad mis amigos hablan de futbol y de ese otro juego más pedestre, la política. No sé por qué cuando los llevo al rancho les da por hablar de cosas diferentes.
El tema de la muerte salió a la conversación el otro día. Cada uno empezó a decir el sitio donde deseaba ser sepultado. Uno quería descansar en el pequeño cementerio de su lugar nativo: ahí sus padres duermen el eterno sueño. Otro aspiraba a quedar para siempre en la preciosa cripta familiar que sus abuelos hicieron erigir en el panteón de la ciudad.
-Y usted, don Abundio -preguntó alguien al viejo cuidador de nuestra huerta-. ¿Dónde quiere que lo entierren?
-En la tierra -contestó él-.
Todos rieron aquella salida que juzgaron graciosa y burladora. Yo también me reí: no debemos dejar que los amigos lloren solos, o que solos rían. Pero sé que en la respuesta del anciano está la sabiduría fundamental de aquél que sabe que todos volveremos a la tierra, pues de la tierra hemos salido todos.
¡Hasta mañana!..