Hu-Ssong les dijo a sus discípulos esta parábola:
-Tres hombres iban por un camino. El primero era un sacerdote de Buda; el segundo un filósofo epicúreo; el tercero un modesto peregrino. Al pasar bajo un árbol de durazno cayeron tres frutos de hermoso color, suave perfume y piel como de terciopelo. El sacerdote tomó un durazno y lo arrojó lejos de sí: quería mortificarse con la privación de aquel tan dulce bien. El epicúreo tomó otro y lo comió goloso. El peregrino tomó su durazno, comió la mitad y dio la otra mitad a un niño que pasaba. ¿Cuál de los tres actuó mejor?
Los discípulos callaron. Sabían que para aprender hay que callar.
Y les dijo Hu-Ssong:
-El peregrino fue el que actuó mejor. El sacerdote de Buda, por labrar la estatua de su egoísta perfección, despreció la vida y los dones que da Dios. El filósofo los tomó todos para sí. Sólo el peregrino supo que el arte de la vida consiste en ser feliz y en dar felicidad a los demás.
Así dijo Hu-Ssong. Y los discípulos entendieron la lección.
¡Hasta mañana!..