Cantando la cigarra pasó el verano entero.
Había compuesto una hermosa canción de amor y desamor. Tan hermosa era esa canción que todos la aprendieron, y la cantaban todos.
La hormiga trabajó siempre. No amaba el trabajo, ni le gustaba lo que hacía, pero quería tener colmados sus graneros. Y los colmó de sobra: en toda la comarca nadie tuvo los ricos graneros que ella repletó.
Cuando llegó el invierno la cigarra murió de hambre y de frío.
Un invierno después murió la hormiga.
La cigarra sigue viviendo en su música. Aun después de muerta todos le dan las gracias por el precioso don de su canción.
De la hormiga ya no se acuerda nadie, y sus graneros están vacíos ahora. Quienes los vaciaron ni siquiera han pensado nunca en dar las gracias a la que los llenó.
¡Hasta mañana!..