¿Quiénes son los exactos relojeros que sincronizan los semáforos? Voy en mi coche por la avenida Cuauhtémoc, de Monterrey, o por el bulevar Carranza, en mi Saltillo, y conforme avanzo la luz roja del siguiente semáforo se cambia a verde con euclidiana precisión.
El curso de los planetas no me asombra. Me explico el perfecto tránsito en las calles del Universo. Eso es cosa de Dios; por tanto muy sencilla. Pero los semáforos pertenecen al caprichoso mundo de los hombres, caótico y anárquico. Su infalible compás, entonces, me pasma y maravilla.
Doy gracias a los artífices de este prodigio cotidiano que pocos notan y nadie reconoce. Si un día los encuentro les pediré que acompasen los semáforos de mi vida, tan desacompasados. Así mi camino se volverá armonioso, como el de las esferas celestiales, que cantan y hacen música en su peregrinaje por la infinitud.
¡Hasta mañana!..