Aquella pequeña criatura estaba triste.
El Señor se preocupó. El Señor se preocupa por todas sus criaturas, pero por las más pequeñas se preocupa más. (Por eso los hombres le preocupamos tanto).
Llamó el Señor a aquella criaturita y le preguntó por qué estaba triste.
-Señor -respondió ella-. No me gusta el nombre que me diste.
-¿Cómo te llamas?
La pequeña criatura se lo dijo.
-Tienes razón -concedió el Padre-. Ese nombre tan solemne y feo no va con tu fragilidad y con tu gracia. No sé por qué te bauticé tan mal; debo haber estado distraído. Pero no te preocupes: nadie te dirá así. Todos te llamarán con otro nombre.
Desde entonces ya no está triste el hipocampo. Perdón: el caballito de mar.
¡Hasta mañana!..