Camino ahora por el huerto de nogales. La noche ya se acerca, y los añosos árboles parecen despedirse con la luz de la tarde que se va.
Amo a estas altas criaturas silenciosas. Están aquí desde antes que yo llegara, y se irán quizá después de que mis nietos y sus hijos se hayan ido. Como las catedrales, estos nogales tienen algo de la eternidad.
Ahora sus hojas desprendidas semejan un anuncio de la muerte. Son en verdad una promesa de la vida. Su dorada quietud, reflejo del último rayo del sol, será después el verde tierno de las nuevas hojas. Aunque parece que están muertos, late la vida siempre en los nogales, como en nosotros late la vida siempre con su eternidad, aunque durmamos ese sueño al que llamamos muerte.
¡Hasta mañana!..