Llena de símbolos está la Navidad.
La tradición y la imaginería popular nos muestran al Niño en el pesebre entre la mula y el buey.
Humildes animales son ambos, ciertamente. Ni el uno ni la otra pueden dar la vida, alcanzar esa manera terrenal de inmortalidad que son los hijos. Pero a ellos los escogió Jesús para estar presentes en la hora de su nacimiento, y ellos le dieron su compañía y su calor al Dios que se hizo hombre.
Por eso siguen viviendo el buey y la mulita.
También ellos pertenecen al misterioso y profundo linaje de esos "eunucos por amor a Dios? que dice el Evangelio.
Aunque de ellos nada puede nacer, están en todos los Nacimientos.
Y -aparte de José y María- nadie se halló más cerca que ellos del prodigio.
¡Hasta mañana!..