L U N E S
En un festival celebrado en el Teatro Nacional de la capital de México actuaron Adelina Patti y Ángela Peralta. Esta última acababa de regresar a su patria luego de haber triunfado en la Scala de Milán.
Los mexicanos premiaron con grandes aplausos la actuación de la Patti, que para corresponder a éstos, en un arranque de patriotismo más o menos oportuno, exclamó dirigiéndose al público:
¡Así se canta en Italia!
Llegó su turno a la Peralta, que al terminar su parte recibió una ovación cerrada, y muy merecida. Y apenas extinguidos sus ecos, una sonora voz apostilló:
¡¡Así se canta en la Gloria!!
El auditorio, electrizado, puesto en pie, tributó a la cantante mexicana una de las mayores ovaciones que allí se habían oído:
M A R T E S
Carlos de Soussens, suizo de nacionalidad, era un poeta y bohemio incorregible y altivo de Buenos Aires, a fin de siglo. Sonriente y constante, el epicúreo hacía sus escalas en los bares frecuentados por literatos y periodistas, gente no siempre en condiciones de excederse en el convite de los amigos. Pero el poeta, en su bohemia contumaz, jamás perdió la impecable línea de la hidalguía; y así, al aproximarse a una mesa preguntaba:
¿Hay con hache o sin hache?
-¿Que le respondían ?hay con hache? Pues se sentaba y pedía su consabido copetín. Que en cambio la respuesta era un ¡Ay! sin hache? Lo mismo, sonriente agradecía y se marchaba a donde ¡ay! hubiera con hache y convidaran.
M I É R C O L E S
Ricardo Torres ?Bombita? fue uno de los toreros más valientes que se han conocido, pero de una verdadera valentía, ésa que descansa en la serenidad y en el imperativo del cumplimiento del deber. Una tarde, en Madrid, tenía que matar a un toro quedado y reservón, y antes de marchar hacia el bicho, ya con la muleta y el estoque en las manos, le dijo a Belluga, su amigo íntimo, que se hallaba en la barrera del tendido:
Vete y espérame en la enfermería que en seguida voy.
Y el pundonoroso torero acudió a la cita, ensangrentado, en brazos de las gentes de su cuadrilla, pero la res había quedado muerta de una estocada, fulminantemente.
J U E V E S
Grigori Aleksandrovich Potemkin (1739-1791) fue, durante muchos años, el favorito de la soberana de Rusia.
Potemkin de origen humilde, empezó de simple soldado de la Guardia y llegó a príncipe. Era hombre de una arrogancia sin límites. Se cuenta que, en cierta ocasión, el príncipe de Táurida (éste era el título de Potemkin) en conversación con un sobrino suyo que publicó las palabras de su tío en unas memorias, dijo: ?Todo lo que he deseado lo he conseguido como por obra de magia. Quise una posición elevada y tengo la más alta del imperio. No puedo ni recordar los títulos y condecoraciones que me han sido concedidos. Me gustan las joyas y los objetos artísticos y mis colecciones son las mejores del mundo. Me divierte jugar y me he jugado cantidades incalculables. He dado las mejores fiestas, he construido los mejores palacios y hasta he llegado a crear Estados. Me basta pronunciar una palabra para ver cumplidos todos mis deseos.
Y así era, en efecto. Y así le gustaba a Potemkin demostrarse a sí mismo que sus palabras eran verdad. En su declaración no habla de la emperatriz, de la que habría podido decir: ?He querido tener por amante a una emperatriz, y he dormido con la de todas las Rusias.?
Se cuenta que durante uno de sus viajes a las provincias del sur, que el mismo Potemkin había arrebatado a los turcos, llegó a una localidad, como en todas, le hicieron un recibimiento triunfal. Durante la ceremonia no pronunció una sola palabra. Pasaron después a la mesa, ricamente servida con toda clase de manjares y bebidas. Potemkin observó todo y, de pronto, en voz imperiosa de mando, exclamó:
¡Quiero café!
Café era lo único que no había allí, sobre la mesa. Se dieron órdenes y el café no tardó en aparecer. Potemkin no lo bebió. Dijo:
Pueden retirarlo. Ya no lo quiero.
V I E R N E S
Guillermo Tell, héroe suizo del siglo XIV, es, totalmente un personaje legendario. Pero con su anécdota histórica, Suiza estaba sometida al emperador austriaco. Había insurrecciones y connatos de independencia.
Y el hombre que gobernaba en nombre del emperador, puso un palo y un sombrero en lo alto. Y ordenó que todos al pasar por allí, se descubrieran en señal de acatamiento al emperador. Guillermo Tell no se quiso descubrir y fue arrestado. El gobernador le dijo que sólo le perdonaría la vida si, a una distancia de 150 pasos, lograba clavar una flecha en una manzana colocada sobre la cabeza de su propio hijo. Guillermo Tell aceptó la prueba. Preparó dos flechas. Disparó una y dio en la manzana. El gobernador quiso saber por qué había preparado dos flechas. Y ésta fue la contestación:
Para matarte a ti con la otra si hubiera llegado a matar a mi hijo.
Fue encerrado otra vez y llevado prisionero a través del lago de los Cuatro Cantones. Se levantó una tormenta. Pasaban cerca de la orilla, y Guillermo de un salto prodigioso, ganó la orilla y huyó. El sitio se conoce todavía con el nombre de ?El salto de Guillermo Tell?.
S Á B A D O
El político inglés Robert Walpole (1676-1745) sabía contestar a los reyes, diciéndoles la verdad sin enojarlos demasiado. La Reina Carolina de Inglaterra, esposa de Jorge II, tenía el proyecto de unir a su palacio uno de los parques públicos de Londres, y, para evitar que los londinenses entraran en el parque, rodearlo de un muro de cierta altura. Comunicó su proyecto a Walpole que era ministro de Hacienda, y éste insinuó:
Me temo que este muro costaría muy caro.
¿Cuánto puede costar?
Tres coronas.
La corona era entonces una moneda inglesa y tres coronas era un precio baratísimo para aquella obra.
¿Nada más? - preguntó la reina.
Y más nos podría costar si más coronas tuvieras, señora.
Y entonces la reina comprendió el significado de las palabras de su ministro, que al decir tres coronas, no se refería, sino a las tres coronas de los reyes del Reino Unido: la de Inglaterra, la de Escocia y la de Irlanda.
El muro no se levantó y el parque continuó a disposición de los ciudadanos.
Y D O M I N G O
El objeto de un gobierno es proporcionar a los gobernados la mayor suma de bienes y ésta no puede obtenerse sin educación. EMILIO FERNÁNDEZ