L U N E S
Dionisio I el Viejo, tirano de Siracusa, es una figura singular, cuya biografía no nos compite hacer, naturalmente. Como todos los tiranos, estaba convencido del odio que inspiraba, y ponía de su parte lo posible para escapar de los peligros que le acechaban por doquier. Es fama que se hacía quemar la barba por sus hijas desde que supo que el barbero habíase alabado de que todas las semanas tenía a merced de su navaja la vida de Dionisio.
Entre sus cortesanos figuraba Damocles, que de continuo hacíase lenguas de las riquezas, la magnificencia y, sobre todo, de la felicidad del tirano.
Para expresarle de una manera gráfica lo muy equivocado de sus juicios, Dionisio discurrió una ingeniosa estratagema, que había de pasar a la historia como símbolo de la amenaza que gravita sobre los humanos, aun en los momentos más felices de su existencia.
Preparó un fastuoso banquete, con Damocles como único invitado. Los criados, debidamente advertidos reservaban al huésped los mismos honores que al anfitrión. Damocles veía confirmada una vez más, y de qué manera, la dichosa existencia del tirano. En esto diose cuenta de que sobre su cabeza pendía una espada desnuda suspendida al techo por una cerda de caballo . . . Parece ser que incontinente perdió el apetito y la tranquilidad, pero ganó el saber que todos tenemos la existencia pendiente de un hilo . . . o de una cerda, que para el caso viene a ser lo mismo.
M A R T E S
Strindberg; el famoso novelista sueco fue casado tres veces; y a sus tres mujeres les dio bastante mala vida; especialmente a la segunda: Frida, que, sin embargo, fue a París tras él para reanudar la ida conyugal. Un amigo, conocedor de la situación del matrimonio, no pudo por menos de preguntarle cómo volvía al lado de su verdugo, y Frida le contestó:
-Es imposible vivir con él y es imposible vivir sin él, hermosa frase de mujer desgraciada pero que ama todavía. En España se tiene un viejo cantar popular que expresa el mismo sentimiento:
Ni contigo ni sin ti
tienen mis penas remedio;
contigo porque me matas
y sin ti porque me muero.
M I É R C O L E S
Los historiadores están de acuerdo en que el Tío Sam de los caricaturistas fue originalmente un tal Samuel Wilson, de la ciudad de Troy, estado de Nueva York, quien durante la guerra de 1812 suministraba carne para las tropas. Los soldados empezaron a usar la expresión ?la carne del Tío Sam?; el nombre prendió, y pronto de todo cuanto pertenecía al gobierno se decía que era del tío Sam. No fue sino después de la muerte de Samuel Wilson, en 1854, cuando hicieron su aparición sus primeros dibujos que le representaban. Es difícil determinar si se le parecía o no a las caricaturas, pero se sabe que las patillas le fueron agregadas por uno de los artistas, quizá por Tomás Nast, quien por los años del 60 al 70 se valió de este personaje para personificar al gobierno de los Estados Unidos.
?Como en inglés se expresa ?Uncle Sam? y las iniciales corresponden a las usualmente para designar en abreviatura a aquel país, U. S. (United States), se supone que de la interpretación ingeniosa de dichas iniciales surgió el sobrenombre?. Esta explicación pareció bastante lógica, pero los historiadores han llegado a un acuerdo.
J U E V E S
?El cuarto de hora de Rabelais, es una expresión francesa con la que suele designarse el momento, nunca muy grato de pagar la cuenta del hotel o del restaurante, lo que en castellano decimos ?la dolorosa?, y que también lo dicen los franceses en su lengua.
Tiene su origen, según se refiere, en aquellos quince minutos que le bastaron a Rabelais para saldar la cuenta de su alojamiento en Lyon, donde se hallaba sin un céntimo y con deseos de marchar a París. A fin de salir del apuro, llenó de polvo inofensivo unos saquitos cada uno de los cuales llevaba una etiqueta, en la que se leía: ?Veneno para el Rey?, ?Veneno para la Reina?, ?Veneno para el Delfín?. . . Los dejó en un lugar visible de su habitación, se fue a dar una vuelta (quince minutos) y al volver, descubiertos ya sus saquitos, fue preso y se le trasladó a París con todo género de precauciones. Informado el Rey de lo sucedido rio de buena gana y aseguran las crónicas que incluso invitó a sentarse a su mesa al autor de tan ingenioso como arriesgado ardid.
V I E R N E S
Hallábase en sus últimos momentos el médico francés Esteban Moulin (1795-1871). Rodeaban el lecho varios colegas, apenados por no poder hacer nada a favor de aquella vida que se extinguía.
Señores ? les dijo Moulin trabajosamente, dejo tras de mí tres grandes médicos . . .
Los que le rodeaban pusieron cara de circunstancias, pues el que más y el que menos se consideraba entre los tres aludidos por el moribundo. Y Moulin continuó: El agua, el ejercicio y la dieta.
S Á B A D O
Guillermo Dupuytren, brusco de modales, parco en palabras, llegó a ser la primera figura de la cirugía francesa de su época.
Una vez rodeado de sus discípulos, operaba en el anfiteatro y el paciente ? la anestesia era entonces desconocida ? daba unos gritos terribles. Dupuytren, entregado de lleno a su trabajo, y al observar que sus discípulos perdían gran parte de sus explicaciones exclamó:
¡Cállese usted; que no se me oye!
Y D O M I N G O
La patria no es una realidad histórica o política sino íntima: RAMÓN LÓPEZ VELARDE