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MIRAJES

EMILIO HERRERA

L U N E S

Como dejé dicho, nosotros nos fuimos a despedir el año que se iba, o a recibir al flamantísimo que llegaba, como tú quieras y gustes, a Allende, Nuevo León, es decir, donde siempre en los últimos años, pero que éste ha perdido algunas caras.

El más junior de los Emilios, que el año pasado se casó, se fue a vivir a Londres para seguir estudiando y, ¡claro!, no quiso perder en estos días esa primera oportunidad para visitar Florencia que, por lo demás, le quedaba más cerca y allá se fue con Zayda, su esposa. Así que aquí en Allende las más seguras caras fuimos las de los viejos, o al menos aquellas que, aunque no queramos sus dueños, se están volviendo añejas. Con la ausencia del más tercero de los Emilios la actividad taurina también ha disminuido, aunque, de todas maneras, la colección de lo mejor de Manolo Martínez sigue atrapando el interés de los que por allí llegamos a disfrutar el clima, el paisaje, la colección de fotos taurinas y la selección de películas antiguas con las que Emilio ha ido enriqueciendo las que tiene para que sus visitantes sin clara afición taurina encuentren entretenimiento adecuado a sus diversas inclinaciones.

Si a esto le agregas que nos tocó un tiempo maravilloso que permitió a los más jóvenes utilizar la alberca, te darás cuenta de que hubo para todos. Ésta es la ventaja de nuestros inviernos.

M A R T ES

Francisco I, rey de Francia (1494-1547) fue derrotado por Carlos V en la batalla de Pavía y conducido prisionero a Madrid, donde se firmó después entre los dos monarcas la paz de Madrid.

De aquel cautiverio real (relativo cautiverio, pues el prisionero fue tratado con todos los honores debidos a su alto rango) se cuentan algunas anécdotas. Cuenta una de ellas que, ya prisionero el rey de Francia, se le acercó un arcabucero español y le dijo:

Señor, sepa vuestra majestad que ayer, cuando supe que hoy se daría la batalla, hice seis balas de plata y una de oro para mí arcabuz; las de plata para seis de vuestros ?musiures? y la de oro para vos. Usé muchas de plomo contra vuestros soldados, y cuatro de las de plata para cuatro ?musiures? que se me pusieran a tiro. Me sobraron las otras dos y la de oro, que no os pude disparar, pues no os eché la vista encima en toda la batalla. Pero os la destinaba y aquí la tenéis, para que os sirva de ayuda en pago de vuestro rescate, que su peso es una onza y bien puede valer ocho ducados.

Se dice que el rey de Francia aceptó la bala y la guardó después de agradecer su buen deseo al arcabucero español.

Lo que se nos hace raro visto a la distancia de los siglos, es que un soldado raso pudiera pronunciar un tan largo discurso ante la persona de todo un rey prisionero.

M I É R C O L E S

Yo, desde que llegamos a Allende, le vi malas intenciones a un pasillo exterior que separa las recámaras del comedor, y no andaba equivocado: en una de mis pasadas por él me entrampó los pies de tal manera que me hizo caer de cabeza al suelo con las consecuencias que pueden imaginar y hasta ver, pues que casi me cerró el ojo derecho que, al paso que voy, recobraré a fin de semana. De todas maneras, tampoco es cosa de quedarse en casa para no correr riesgos, ¡qué caray!

Afortunadamente, todo eso me pasó el año que se fue, aunque las consecuencias las tenga que tolerar y sufrir, pues en ello estoy , en el que nos mandaron en su lugar, sin que de nada de ello tenga culpa el pobrecillo, que es un inocente.

La esposa de mi hermano Miguel que nos acaba de hablar de El Paso, Texas, por aquello del Año Nuevo y esas felicitaciones al enterarse me dice que lo que tengo que recordar más y ya no olvidar jamás son los años cumplidos porque no es lo mismo cumplir los que antes cumplía casi sin darme cuenta de ellos a los noventa que empiezo a cumplir y pesan como un diablo.

J U E V E S

César había adoptado a Marco Antonio con el propósito de que le sucediera. A la muerte de César las deudas de Marco Antonio ascendían a cuatro millones de sestercios. Se dice que Marco Antonio se vanagloriaba de su deuda y que decía:

Nadie en Roma, ha debido nunca más dinero que yo.

A la muerte de César se apoderó de los papeles personales del muerto y, al parecer, le falsificó la firma para, gracias a ella, agenciarse dinero.

También le retrata uno de los principios que un historiador, algunos años después, pone en su boca:

Todo es verdad cuando lo digo yo, y todo me pertenece jurídicamente cuando ha caído en mis manos.

Llegado con un ejército vencedor a Atenas, los vencidos lo colmaron de honores. Y entre otras cosas, le propusieron celebrar con gran pompa sus esponsales con la diosa Minerva. Marco Antonio supo aprovechar la ocasión:

Me parece muy bien. Y como Minerva me exigirá que la dote con esplendidez, dadme todo el oro que encontréis y no se hable más.

Después de la batalla de Accio, en la que las naves de Marco Antonio fueron derrotadas, Cleopatra, en su nave real, huyó hacia Alejandría, Marco Antonio, que aún no estaba vencido, vio que la nave se alejaba y en vez de continuar defendiéndose, se fue con su nave tras la reina, La alcanzó y pasó a la nave real. Y llegaron a Alejandría los dos, aunque, al parecer, sin dirigirse la palabra en todo el viaje.

V I E R N E S

Anne Louise Germaine Necker, baronesa de Stael-Holstein, más conocida por ?madame de Stael? no se distinguía por la belleza de su rostro.

Conocida es la anécdota del amigo de madame de Stael y de madame Recamier, que, una vez que las encontró juntas, les dijo:

He aquí juntas la belleza y la inteligencia.

Se han citado varios nombres como protagonistas de esta anécdota, que termina con la inmediata contestación de madame Recamier:

Es la primera vez que alguien alaba mi inteligencia.

Con lo cual borraba la mala impresión producida en madame de Stael por la referencia a su inteligencia, en oposición a la belleza de otra. Sabido es que madame Recamier fue una de las más celebradas bellezas de su tiempo.

Pero madame Stael tenía los brazos muy bonitos y bien formados, y los llevaba siempre descubiertos. La explicación que daba de esta costumbre ha pasado a la anécdota en tres formas distintas. Cuentan que decía que, así, los demás no se fijaban tanto en su rostro; que sólo le faltaba llevar el rostro tapado para aparecer bella por completo, y que todas las mujeres se complacen vencer admiradas por sus bellezas más evidentes.

Aunque fue siempre muy partidaria de la promoción de la mujer, se dice que más de una vez había dicho que, si estaba muy contenta de ser mujer era porque de haber sido hombre, se habría tenido que casar con una mujer, cosa que le parecía demasiado para sus fuerzas humanas.

Parece ser que era bastante agresiva en su conversación y se cuenta de una amiga que, criticándola, dijo:

Es la peor lengua que he conocido jamás. Sé que repite todo lo que yo le digo.

S Á B A D O

No sé si recuerden a Gary Cooper. Para mí fue el mejor vaquero del cine. Su primera película se llamó ?La conquista del oeste?. La dirigió nada menos que Cecil B. de Mille. Cooper, por supuesto, era ?el muchacho?, vencedor de bandidos y malhechores. En una de las escenas, Cooper tenía que poner fuera de combate a tiros, a tres bandidos a la vez. Tenía que hacerlo gracias a un rápido manejo de la pistola, nada fácil. De Mille temía que Cooper fracasara en aquella escena, mucho más porque al darle las pistolas con las que tenía que defenderse, las había puesto al revés, como si no supiera manejarlas. Se rodó la escena y Cooper lo hizo de manera tan magistral que dejó a todos asombrados.

El mismo De Mille grito:

¡Muy bien!

Gary Cooper le dio las gracias. Y De Mille le preguntó:

¿Cómo diablos ha conseguido hacer esto?

Pues, desde que leí el guión, hace tres meses, todos los días, sin falta, he ensayado esta escena; y algunos días hasta siete veces seguidas.

Una periodista le preguntaba dónde y cómo había aprendido a actuar tan bien y con tanta personalidad. Y contestó: Si esto queda bien es porque salí así. Yo lo hago así, simplemente porque no me sale de otro modo. Esto es todo lo que me atrevo a hacer.

Y D O M I N G O

Un hombre que sonríe mucho es quizás porque ha renunciado a muchas cosas. ALFONSO REYES

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