“Todo lo que una mujer tiene que hacer en este mundo está contenido en los deberes de una madre, una hermana y una hija”.
Muy equivocado estuvo Sir Richard Steele, famoso escritor y militar inglés del siglo 17, al afirmar que el papel de las mujeres está reducido a atender a los hombres. En la actualidad, gracias a la lucha incansable que miles de mujeres han emprendido a lo largo de la historia, nos hemos dado cuenta que uno de los más grandes errores de la humanidad es el de haber considerado a las mujeres como seres inferiores.
Es difícil pensar ahora que en Atenas, cuna de la civilización occidental, las mujeres fueran consideradas en plena Edad de Oro como criaturas inferiores, con una inteligencia equiparable a la de los animales domésticos. Personajes de la talla de Eurípides y Aristófanes, decían que no había en el mundo nada peor que una mujer, excepto otra mujer.
A estos cultos atenienses les parecía totalmente justificable que la homosexualidad masculina fuera la forma más alta de vida, pues esa era la única manera por la cual un macho podía amar a un ser de su misma condición sin tener que rebajarse.
Desde la antigüedad las mujeres tuvieron que luchar por dejar de ser consideradas como seres irracionales, intuitivos, emocionales y abnegados, tratando de demostrar que poseían cualidades iguales o superiores a las de los hombres.
En América del Norte, por ejemplo, se comenzó a valorar la capacidad de las mujeres cuando algunas de ellas fueron aceptadas en las escuelas de educación superior. Esto trajo como consecuencia que las mujeres empezaran a trabajar fuera del hogar, recibiendo a cambio un salario.
A partir de entonces se crearon fronteras con el fin de separar las nuevas profesiones para mujeres relacionadas con la prestación de servicios tales como la enseñanza, el trabajo social y la enfermería. A pesar del gran logro que significó el hecho que las mujeres se integraran al mundo laboral, muy pocas podían encontrar un espacio para dedicarse a otras profesiones de mayor prestigio destinadas única y exclusivamente a los hombres, tales como la ingeniería, el derecho o la investigación científica.
Marie Curie fue una de las primeras mujeres en demostrar que poseía una inteligencia infinitamente superior a la de muchos varones. Esta famosa científica formó parte del equipo que descubrió la radioactividad, ganando en 1903 el Premio Nobel de Física. A raíz de la muerte de su esposo, Marie Curie se hizo cargo de su familia, sin abandonar nunca su actividad científica. Ocho años más tarde volvió a ganar el Premio Nobel, esta vez de Química. A pesar de todos sus logros, Marie Curie fue rechazada como miembro de la prestigiosa Academia Francesa, simplemente porque era mujer.
Es absurdo el trato que han recibido las mujeres a lo largo de la historia, siendo que ellas, por el simple hecho de tener la fuerza y capacidad de llevar a un hijo en sus entrañas, pueden ser determinantes en el campo económico, político y social.
No entiendo cómo en la actualidad, en pleno siglo XXI puede existir discriminación hacia las mujeres, pues estoy convencido que gracias a ellas conocemos lo que es el amor, la honestidad y, sobre todo, el ánimo de trascender.
Al llegar al mundo, inmediatamente me recibieron unos brazos llenos de ternura, y no me refiero a los del doctor, sino a los de mi mamá. ¿Puede existir un mejor ejemplo de amor y entrega que el de nuestras madres?
Y aunque las mujeres han logrado avances muy importantes, todavía queda mucho por hacer. Me parece increíble, por ejemplo, que en México sólo haya una gobernadora: Amalia García, de Zacatecas. Me parece increíble también que en nuestros días sigan considerándose como comunes y corrientes los maltratos físicos y psicológicos contra las mujeres.
En lo personal, doy gracias a Dios por las mujeres y, sobre todo, por haberme dado la suficiente capacidad para reconocer que ellas no son unas simples máquinas de limpieza y procreación, sino los seres más inteligentes y encantadores que el Señor pudo haber puesto sobre la Tierra.
Javier_fuentes@hotmail.com