COPA MUNDIAL FIFA ALEMANIA 2006
EL SIGLO DE TORREÓN
TORREÓN, COAH.- No hubo festejo, sólo caras largas, miradas fijas en el piso, golpes en la mesa, y malestar. Las expectativas eran mínimas, pero conforme fue avanzando el partido de México contra Argentina, los ánimos crecieron y la esperanza se mantuvo hasta el último minuto.
?No es posible, no es posible?, insistía Luis Macías, mientras se jalaba los cabellos con ambas manos, sin consuelo alguno, ?no es posible, de veras que no?.
Los pronósticos anunciaban que sería el último partido de la Selección Nacional, por lo que la afluencia al mercado Juárez y la Alianza era regular, pero una vez que los mexicanos metieron el primer gol, los lugares se vaciaron de inmediato.
?Nomás que no nos ganen por mucho?, decía Irving Méndez, comerciante, al iniciar el partido, ?unos tres goles, con que les metamos uno, con eso ya tenemos para ser felices?.
La primera anotación de los mexicanos obligó a los laguneros a prenderse del televisor. Eduardo Paredes, empleado de un Banco, se mordía las uñas cuando el equipo argentino se acercaba a la portería de México. De inmediato se escuchaba el ?¡fuera, fuera!? de la afición.
En los restaurantes, las personas parecían un solo ente: un árbitro que determinaba como válidas las faltas del equipo mexicano pero desechaba las de Argentina, una porra de la Selección Nacional, un entrenador que furioso demandaba otro gol.
El autogol de México no bajó los ánimos. En el Centro, los ambulantes se aglutinaban frente a pequeños televisores: ?ahorita los aventajamos otra vez, vamos a ganar?, coincidían los clientes mientras el partido concluía y se anunciaba el tiempo extra.
El gol de Argentina dejó mudo a los espectadores. Padres e hijos se tomaban de las manos con desesperación. Entre rezos, los laguneros exigían una anotación a los mexicanos. La porra se debilitaba y el gran villano era Jared Borgetti: ?también el portero, para que no dejara que le anoten?, insistía Estefanía Rodríguez, estudiante.
Cuando una voz tímida gritaba ?¡México, México!?, el resto no tardaba en sumarse para demandar el empate inmediato. Hasta el último minuto, las expectativas eran altas. ?Tienen que ganar, tienen que?, decía Gregorio Sánchez, quien no dejaba de agarrarse la cabeza con ambas manos.
Todos se pusieron la verde. En playera, pulseras, bandas para el cabello, banderitas en la cara o pintura en el pelo, todos apoyaban a la Selección Nacional. Los últimos cinco minutos parecían interminables, la desesperación se incrementaba y los nervios obligaban a los espectadores a golpear las mesas al grito de ?¡Sí se puede, sí se puede!?.
No se pudo. Perdió México. Los señores golpearon la mesa con desgano, las mujeres se agarraban la cabeza, los jóvenes se cubrían la cara con las manos, las miradas se quedaron fijas en el piso, el silencio regresó a las mesas.
?Hubo entrega, lo que nos debían en el juego anterior?, opinó Estefanía Rodríguez, estudiante, ?fue un buen juego?.