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Nada que dar/Addenda

Germán Froto y Madariaga

Cada año, como es costumbre en estas fechas, recibo muchos mensajes, impresos y electrónicos, en los que mis amigos me desean todo género de parabienes. Pero yo creo haberles dado muy poco.

Por eso quiero aprovechar este medio y la generosidad de este espacio, para agradecerles a todos lo mucho que me han dado, al tiempo que les deseo todo género de bienestar y bienser.

Comenzaré por mi familia, que invariablemente me regala dos gratos momentos cada semana. Uno, es la reunión con mis hermanos y sobrinos la noche del sábado y otra, el desayuno de los domingos con mi familia política.

En cada una de esas reuniones me siento verdaderamente dichoso. Porque veo que ellos están bien y corroboro los avances que cada uno tiene como persona. De manera especial están los casos de mis sobrinos Jorge y Curt, que por alguna razón desconocida me preocupan más. Tal vez la razón es la edad de ambos que se encuentran en plena adolescencia.

Es frecuente que en esas reuniones se aborden temas o preocupaciones familiares y es muy grato ver cómo todos se muestran dispuestos a prestar su ayuda en caso necesario.

En el nivel paterno de ambas familias siempre estuvo presente la unión y la ayuda mutua. Quizá por ello ahora se repiten los mismos esquemas aprendidos desde la niñez.

A mis amigos tengo tanto que agradecer, que no me alcanzaría este espacio para hacerlo. Sé que a algunos de ellos los veo si acaso un par de veces al año, pero me importan y me dan tanto como cualquiera.

Me gustan las tertulias y por ello acudo regularmente a dos de ellas de manera especial.

A la reunión del café, con quienes me junto desde hace casi treinta años. Sus enseñanzas me enriquecen y me divierten sus ocurrencias.

Don Antonio, Bernardo, Javier, Pablo, Pancho, Lalo, Fernando, Chuy, Karim, Rafael, Ricardo, Alejandro, Heriberto y Víctor, están ahí siempre dispuestos a aportar sus conocimientos y vivencias. Sobre todo estas últimas son especialmente aleccionadoras, aunque sea, como luego dicen, para saber qué es lo que no se debe hacer ante determinadas situaciones.

La otra reunión sumamente agradable por lo heterogéneo del grupo es la de la comida de los sábados. Ahí, Luis, Íñigo, Poncho, Javier, Ricardo y Gabriel, intercambiamos puntos de vista que con frecuencia resultan enriquecedores por las distintas visiones que tenemos de los grandes temas de actualidad.

Y mis amigos, con los que no convivo de manera especial en tertulias semanales, pero a quienes procuro sistemáticamente con ánimo de saber cómo están y qué es de sus vidas, como Marco Antonio, Diego, Óscar, Antonio y otros más con quienes he convivido en importantes etapas de mi vida y de quienes he recibido mucho.

No concibo la vida sin familia ni amigos. Una y otros son determinantes para continuar nuestro camino por esta Tierra.

Ellos comparten los mejores momentos de mi vida. No importa si coinciden conmigo o si difieren de mi forma de pensar. Lo relevante es que están ahí, aunque nos encontremos una vez al año, el gusto de verlos de nuevo es inmenso, como en el caso de Melchor y Rafa, a quienes si no fuera por la comida anual que organizan Luis y Carmiña, quizá los vería muy rara vez.

Esa celebración anual es también motivo para encuentros con muy queridos amigos. Ese aniversario de bodas, me permite ver de nuevo a personas muy queridas como Paco y Liza; Manuel e Isabel; Melchor y Mariana; y Lusito y Karla; y muchos más de gratísima memoria.

Hay cientos de personas más que forman parte trascendental de mi vida que no alcanzaría a mencionar sin incurrir en error, pero de quienes también he recibido mucho.

Cómo agradecer en forma manifiesta todas las muestras de afecto de Mónica y Alfonso, que sin serlo realmente cuento como de nuestra familia.

Quisiera tener una árbol de Navidad inmenso para poner en él miles de esferas con los nombres de mi familia y amigos y escribir en cada una las miles de bendiciones que han traído a mi vida. Sé que no es sencillo. Pero quiero que jamás se me olvide que ellos han sido una parte importante de este viaje terrenal.

Con el verdadero sentido de las palabras quiero para todos ellos: Mucha salud, prosperidad y felicidad, compartidas con toda su familia y demás amistades.

Es tan poco lo que uno puede dar, que sólo le ruego a Dios que los bendiga a todos y cada uno de ellos.

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