En una ocasión Narciso, legendario personaje de la mitología griega, caminaba por el bosque después de haber ido de cacería. Este joven, que era famoso por su belleza y por la perfección de sus rasgos, se sorprendió al descubrir un hermoso lago que apareció de pronto entre los árboles. Con la intención de tomar un pequeño descanso, Narciso se acercó a la orilla y se inclinó después para beber agua. Al contemplar reflejados en ella su rostro y su cuerpo, sintió un amor infinito por tal imagen. Quiso besarla, pero sus intentos fueron imposibles. Después de muchas horas llenas de exasperación, Narciso murió por el dolor de no poder abrazar aquella sombra fugitiva.
La leyenda cuenta que aquel joven fue sepultado en las profundidades del lago y su cuerpo se transformó en la flor más hermosa que hasta entonces se había visto. Hoy, a todas las personas que pecan de vanidad y que únicamente se aman a sí mismos, se les conoce como narcisistas.
A lo largo de la historia ha habido cientos de narcisistas, los cuales, con tal de alimentar su propio ego, ocasionaron grandes desgracias. Uno de ellos fue Nerón, emperador romano en el año 55 de nuestra era. Su nombre evoca las crueldades del circo, en donde centenares de jóvenes gladiadores perdieron la vida al enfrentarse en terribles combates cuyo único fin era el de entretener al emperador. Entre las más grandes locuras de Nerón se encuentra la de haber mandado asesinar a su madre, el haber nombrado cónsul a su caballo, pero quizá la más grande, fue la que cometió en el año 64. Con el afán de inspirarse y componer un canto sobre el incendio de Troya, Nerón mandó incendiar Roma, dando muerte así a miles de seres humanos.
Después de llegar a ser el emperador romano, la ambición más grande de Nerón era cantar en público, pues él se creía poseedor de todos los dones artísticos. Después de tomar algunas lecciones, hizo su debut en Nápoles, pero desafortunadamente para él, un temblor de tierra sacudió al teatro, provocando que muchos de los asistentes se fueran mientras Nerón seguía cantando. Esto lo encolerizó a tal grado, que en una actuación posterior hizo que cerraran las puertas de modo que nadie pudiera salir cuando él estuviera en escena. Nerón cantaba muy mal y, para algunos, el escucharlo se convirtió en un verdadero suplicio. Una mujer dio a luz en las gradas, hubo quienes no soportaron más y saltaron furtivamente sobre los muros sin importarles que pudieran romperse un hueso.
En la actualidad siguen existiendo los narcisistas. Para no ir más lejos, basta revisar el caso del alcalde de Torreón. En un insulto para la inteligencia, José Ángel Pérez declaró que busca promover su imagen, por medio de la publicidad, ?para generar confianza entre los ciudadanos?.
Es lamentable que un político que ocupa un cargo tan importante, ignore que la confianza ciudadana se gana con buenas acciones. Si invirtiera su tiempo y los recursos municipales para cumplir con todas sus promesas, no necesitaría de la publicidad para tener una buena imagen como gobernante y, sobre todo, para ser respetado y querido por los torreonenses.
Decirle al más necesitado que se están gastando miles de pesos para que el alcalde sea más popular, es como darle una patada en el paladar. Los ciudadanos no merecen ser objeto de burlas como éstas, pues nadie tiene que pagar el precio por tener un gobernante vanidoso.
Llama la atención que José Ángel Pérez, considerado por muchos como el mayor crítico de Guillermo Anaya por sus gastos publicitarios, ponga en práctica lo que antes reprobó.
El día que Torreón tenga un gobernante que entienda que sólo el trabajo comprometido y el esfuerzo por lograr el bien común, entonces se hablará de una ciudad mejor.
Como ciudadanos, es vergonzoso el poco valor que los servidores públicos dan a nuestro dinero. Durante sus administraciones, no hacen nada para evitar despilfarros que en nada contribuyen al desarrollo de la comunidad.
José Ángel Pérez, al igual que aquel personaje mítico, puede perder la confianza y el respeto del pueblo, por esa descarada intención de que se rinda culto a su imagen.
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