El nepotismo es un grave mal de nuestros tiempos que se ejerce hoy en día con mayor astucia y sofisticación.
Considerado como el abuso que una persona hace de su poder a favor de sus familiares, el nepotismo no tiene límites y afecta por igual a gobiernos, partidos, empresas privadas y a instituciones de todos los colores y sabores.
En los tiempos de las monarquías el nepotismo no era tan criticable porque a final de cuentas el poder estaba en manos de una familia que lo ejercía sin rendir cuentas.
Pero hoy en tiempos democráticos el nepotismo es censurado por la sociedad cuando no hace muchos años hubo un presidente mexicano que se vanaglorió de practicarlo.
“José Ramón es el orgullo de mi nepotismo”, declaró en aquel entonces José López Portillo, quien designó a su hijo como subsecretario y colocó en altos puestos a su hermana, sus primos, compadres y hasta a su amante.
En Estados Unidos se practica en la actualidad una situación especial cuando el presidente George W. Bush tiene de ex presidente a su padre y a un hermano como gobernador de Florida.
Hasta el momento no se han presentado acusaciones formales sobre abuso del poder a través de estos u otros familiares, pero es evidente el favoritismo y el tráfico de influencias que practica la familia Bush que durante décadas ha combinado cargos políticos con negocios privados para amasar una enorme fortuna y un inmenso poder.
En México se han dado casos patéticos de nepotismo. El más reciente fue el de los Salinas de Gortari, quienes estuvieron involucrados en actos de corrupción, tráfico de poder y hasta en crímenes políticos.
En el pasado era común que un gobernador o alcalde inundaba de familiares la nómina oficial, hoy el nepotismo se practica a través de favorecer contratos, permisos, tráfico de influencias y en ocasiones con la promoción de cargos de elección popular.
En Sonora, el gobernador Eduardo Bours, mantiene a un hermano en un puesto privilegiado de promoción económica desde donde se proyecta para alcanzar una senaduría.
El principal debate hoy en día en México es el caso de los hermanos Bribiesca Sahagún, hijos de la primera dama Marta Sahagún e hijastros del presidente Vicente Fox.
Manuel y Jorge Bribiesca Sahagún, en especial el primero, son acusados de participar en tráfico de influencias, negocios ilegales, abusos de poder e incluso por haber utilizado sin autorización los aviones de la Presidencia de la República.
La investigación la realiza una Comisión de la Cámara de Diputados y obviamente ha tomado un mayor sesgo político que judicial.
Pero lo peligroso del asunto es que tanto Marta Sahagún como el presidente Vicente Fox han defendido en varias ocasiones la supuesta honestidad e inocencia de los hermanos Bribiesca, en un claro afán de evitar que prosperen las acusaciones.
Fox salió abiertamente el lunes a la defensa de los hijos de su esposa al asegurar que “es parte de mi familia y como mi familia, yo le tengo plena confianza y sé de su comportamiento y sé que no han violado la Ley”.
¿No dijo algo similar el presidente Carlos Salinas de Gortari cuando le preguntaron sobre los rumores de enriquecimiento inexplicable de su hermano Raúl?
Todavía más y en actitud de nepotismo, Fox retó a que se presenten pruebas sobre los supuestos delitos de los Bribiesca y a que “se deje de andar inventando cuentos e historias”.
Es comprensible su molestia ante tal escándalo público, pero no corresponde a su investidura salir en su defensa de sus familiares cuando el caso está en manos de uno de los tres poder es de México.
La investigación tendrá que ir hasta el fondo sin más cortapisas que la propia Ley. No se vale a estas alturas frenar el esclarecimiento de la verdad por las presiones que la pareja presidencial ejerce a través de los medios y seguramente de otros conductos.
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