Si nuestra actual clase política tuviera plena conciencia de su responsabilidad histórica, vería al PRI y a su pasado como un paradigma imposible de imitar en estos tiempos y por lo tanto seguiría pautas opuestas a los equívocos que cometió durante sus setenta años de vigencia política.
Pero no es así, ya que el actual PRI, el PAN, el PRD y demás partidos procuran reincidir en los vicios, errores y prevaricaciones en que incurrieron las últimas dirigencias del Partido Revolucionario Institucional.
En casi cinco años y medio de Gobierno tanto Fox como el PAN han ofrecido diarias evidencias de este aserto, pues mientras el señor Fox reproduce algunas actitudes autoritarias de los últimos presidentes priistas de la República, el PAN no tiene pudor para copiar diversas conductas erróneas y obsoletas, así en los procedimientos internos o en su comportamiento como partido en el poder. Con tan aplicados alumnos parece ser que el PRI no estaba errado y menos muerto como se había creído.
Abundan los miembros del PAN que se quejan públicamente de sus cuestionables procedimientos internos para escoger candidatos a los cargos públicos de elección popular. Los vimos y escuchamos en los días previos al registro de candidaturas. Como en los viejos tiempos del PRI, el dedazo se instaló como costumbre histórica en el PAN; además practica el nepotismo en grado excelso y existe un creciente influyentismo que agandalla candidaturas a la buena imagen de sus más valiosos prospectos.
Igual que en el PRI de ayer y de hoy, en el PAN y en el PRD surgen fisuras en la estructura partidista por el favoritismo de los dirigentes.
La conducta del presidente Fox, disfrazada de institucionalidad, no es diferente a la que adoptaron los últimos presidentes priistas: “Año de elecciones, año de inauguraciones e inversiones”, se decía antaño acusando al partido en el poder de usar las obras públicas como apoyo propagandístico al PRI y a sus candidatos. Ahora el Gobierno foxista comete el mismo pecado y decreta un período de secano en la entrega de participaciones fiscales a los Gobiernos locales, sobre todo si los encabeza un partido opositor.
Por estas mismas causas el año 2006 se convierte en un ciclo restrictivo de recursos, aun aquellos que habían sido previamente definidos por la Cámara de Diputados. Entre ellos se destaca un congelamiento de las partidas destinadas a los proyectos carreteros del nuevo Gobierno coahuilense por un valor de 457 millones de pesos, según la afirmación del titular de Obras Públicas de la Administración estatal.
Lo mismo han de sufrir otras entidades con Gobierno priista. Y si bien la secretaría de Hacienda puede aducir razones de técnica hacendaria o financiera -usted sabe: la inflación, el déficit o lo que les pegue la gana- en el fondo sabemos que subsiste el temor de que fuera de las arcas de la Tesorería federal el dinero se use para fines electorales o que las obras que puedan financiar en las entidades conciten la simpatía ciudadana hacia el PRI y sus candidatos; lo cual no evita que el PAN, el presidente de la República y el aspirante blanquiazul puedan distraer partidas con otros fines hacia el gasto político.
No ha disfrazado Vicente Fox su tarea proselitista a favor del candidato presidencial del PAN. Cinco días a la semana sale de gira por los cuatro puntos cardinales del país para repetir su manoseado discurso sobre el Banco de México, cuyos méritos quiere que adornen a su Gobierno, pensando que los mexicanos no recordamos que fue el último presidente priista, Ernesto Zedillo, quien “blindó” la autonomía funcional del Banco de México contra las tentaciones autoritarias de cualquier poderoso señor de Los Pinos y de su secretario de Hacienda.
Don Vicente hace propaganda abierta a favor del PAN. No lo inhiben las prohibiciones de las leyes electorales ni las del IFE, cuya impotencia ante el poder de la Presidencia ya es manifiesta.
Fox machaca y machaca sus frases quizá con la idea de prolongar su gestión en la hipotética victoria de Felipe Calderón Hinojosa, lo cual es, como sueño, muy hermoso; pero como realidad resulta imposible.
Imagine el lector: inaugurarse como aspirante a candidato, luego ascender de candidato a presidente y enseguida culminar de presidente a caudillo. Ni en los mejores tiempos del Partido Revolucionario Institucional se podría. Ni siquiera en sueños...