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SAN CRISTóBAL DE LAS CASAS, Chiapas.- Felipe Arizmendi Esquivel, en su afán por dejar clara su postura ante la situación que viven los indígenas en Chiapas y las visibles diferencias que tiene con algunas instancias del Vaticano, detalla los conceptos que han generado polémica en la propia jerarquía de la Iglesia.
Las figuras de “teología india”, “teología indígena” o “Iglesia autóctona”, que para algunos jerarcas católicos pudieran ser vagas e imprecisas, el obispo de San Cristóbal de las Casas las explica con pormenores y libro en mano.
Aborda con precisión el tema que a últimas fechas ha causado más discusión entre los prelados: que diáconos indígenas casados pudieran ser ordenados sacerdotes. No niega las necesidades de sus comunidades, pero confirma su compromiso con el magisterio de la Iglesia y con el Pontificado.
“El tener pena y tristeza no significa ruptura, nosotros sentimos eso porque tenemos apenas 84 sacerdotes y ocho mil catequistas, la mayoría de ellos indígenas, para un millón y medio de habitantes”, señaló.
“Los diáconos son mucho menos para dar los sacramentos del bautismo, del matrimonio y la eucaristía”, por ello insiste que hacen falta mucho más con carácter permanente, pues de las 50 parroquias en la diócesis que los requieren apenas hay en 16, lo que significa que 34 no están cubiertas.
Reconoce que hay fundamento en los temores de Roma y no puede negar el riesgo de que haya ideologías de fondo en la formación de estos diáconos, ni la posibilidad de una corriente que pretenda impulsar la ordenación como sacerdotes de hombres casados.
Pero aclara que “en ningún momento estoy alentando la ordenación como sacerdotes de diáconos casados, de ninguna manera; aunque en otros tiempos sí se le haya solicitado al Vaticano. Sus dudas las comprendo, las entiendo. Yo haría lo mismo”.
Arizmendi Esquivel va más al fondo: como pastor de la Iglesia mal haría en decirle a Roma “está bien todo lo que ustedes digan”, porque no sería acorde con la obediencia ni con la Ley, y porque la obediencia no implica dejar de pensar.
Los peligros, admite Arizmendi, son un hecho real porque hay comunidades que han pedido sacerdotes casados -por eso no son temores infundados los de Roma-, “pero que quede en claro que un servidor no está alentando esas esperanzas o expectativas”.
Optimista, el prelado de Los Altos de Chiapas confía en que la decisión de las instancias vaticanas en estos asuntos no sea definitiva, sino transitoria y temporal, porque los mismos pontífices lo han alentado en su labor pastoral.
Arizmendi no vacila en ofrecer su interpretación de las figuras “teología india”, “teología indígena” o “Iglesia autóctona”. Son términos distintos, pero se vinculan directamente y además nacen desde el Concilio Vaticano II, en los decretos sobre la actividad misionera de la Iglesia.
En otros términos -detalla- significa que para que la Iglesia sea realmente Católica y universal tiene que encarnarse en cada una de las culturas incluyendo a las indígenas, como la tzotzil, tzeltal, chol, tojolabal o zoque que persisten en Chiapas.
“En México la Iglesia no puede ser igual en el centro que en el norte o en el sur del país, en una comunidad mestiza o una comunidad indígena, debe tener su propio rostro, sin descuidar la universalidad que es lo fundamental”.