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No es un demócrata...

Luis F. Salazar Woolfolk

López obrador no es un demócrata. Entró a la contienda electoral actuando en dos vertientes contradictorias: Aprovechando el dinero público y los espacios en los medios de comunicación, pero reservándose desde un principio la posibilidad de dar un golpe de Estado al más puro estilo leninista, por la vía de no reconocer los resultados y lanzarse la resistencia pacífica o violenta, en caso de perder las elecciones.

Dos semanas después de la elección del pasado dos de julio, el ex candidato López Obrador que impugna los resultados de la elección ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, abandona la versión del fraude cibernético y denuncia la falsificación de los resultados en el conteo de votos en las casillas.

La increíble acusación lanzada por el candidato del PRD frente al periodista Miguel Ángel Granados Chapa en un programa en la radio de la UNAM, contradice la postura inicial del candidato y hace inútil la cuenta de ?voto por voto? en la que ha insistido, porque esta nueva acusación implica que López Obrador tampoco aceptaría los resultados de un recuento sobre la documentación de cada casilla.

Si las acusaciones sobre el presunto fraude electrónico que lanzaron el PRD y su ex candidato al Instituto Federal Electoral fueron consideradas infundadas por muchos ciudadanos que observaron la parte cibernética de las elecciones como espectadores, con mayor razón será objeto de rechazo esta nueva versión, lo que vivieron en carne propia esos mismos ciudadanos como protagonistas en calidad funcionarios de casilla, representantes de los partidos o simples sufragantes, cuya experiencia indica que las pasadas elecciones fueron razonablemente limpias y confiables.

López obrador no es un demócrata. Entró a la contienda electoral actuando en dos vertientes contradictorias: Aprovechando el dinero público y los espacios en los medios de comunicación, pero reservándose desde un principio la posibilidad de dar un golpe de Estado al más puro estilo leninista, por la vía de no reconocer los resultados y lanzarse la resistencia pacífica o violenta, en caso de perder las elecciones.

Así como López Obrador no es un demócrata, tampoco le interesan los pobres a los que agita como bandera y utiliza como ariete para enfrentar a la Sociedad Mexicana consigo misma y a vulnerar las instituciones del Estado. Lo anterior se desprende de las propias expresiones del ex candidato que amenaza con provocar la inestabilidad y la ingobernabilidad del país si no se le reconoce como presidente, pese a no haber obtenido los votos requeridos para ello.

Pero López Obrador ciertamente no está solo. Lo acompaña el Partido de la Revolución Democrática y toda una red de intereses económicos y políticos algunos provenientes de la izquierda y otros que como el propio López Obrador son tránsfugas del PRI, empeñados en regenerar el sistema de la Presidencia Imperial y del Partido de Estado, bajo un signo extremista.

Votaron también por López Obrador, muchos hombres y mujeres de buena voluntad que en el marco de una elección democrática creyeron en su discurso. Esos seguidores sufragaron a su favor en un marco institucional específico y conforme a reglas que hoy son cuestionadas de modo radical por el candidato perredista, al que ningún derecho le asiste para utilizar dicho apoyo ciudadano en una lucha antidemocrática, que busca un objetivo subversivo que resulta distinto y hasta contrario al que motivó el sentido del voto que recibió en las urnas.

Correo electrónico: lfsalazarw@prodigy.net.mx

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