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No hagas cosas buenas.../A nosotros Atenco qué

Enrique Irazoqui

Faltan exactamente 51 días para la elección que dicen decidirá el futuro de México para los próximos 30 años. Es una aseveración medio fanfarrona y medio cierta, ya que depende si el elegido es Andrés Manuel López Obrador por una opción o Felipe Calderón y el propio Roberto Madrazo que ofrecen modelos políticos semejantes. Se puede entonces asegurar que si los mexicanos optan por la opción de la Alianza por el Bien de Todos (PRD-PT-Convergencia) o si el electorado decide ya sea por el priista Madrazo (que de plano lo daría por descontado) o por la continuidad del actual régimen, encarnada en el michoacano Felipe Calderón sí se hablaría entonces de una elección que trascenderá más allá del siguiente sexenio, ya que si la decisión estuviera entre el tricolor y el PAN, la realidad es que sólo serían fichas las que cambiarían y el mito que el próximo dos de julio entrante representa el futuro de nuestro país para las siguientes tres décadas sería sólo eso, un mito.

Estamos entrando a la recta final del proceso, y con ello, todos los hechos se magnifican, se extrapolan en pos de poder capitalizar sucesos planeados para las respectivas causas. Sin embargo, hoy aparecen hechos confusos, surgen en el escenario más jugadores que las tres reales opciones de triunfo electoral. Al final, todos quieren llevar agua a su molino, pero los hechos de hoy son realmente extraordinarios.

Eventos que debemos de tratar como torpes acciones del Gobierno de la República, como el acontecido en Lázaro Cárdenas, Michoacán, en la que el conflicto laboral generado por el desconocimiento del prófugo Napoleón Gómez Urrutia como dirigente del sindicato de mineros, generó un enfrentamiento violento que arrojó dos víctimas mortales en aras de restablecer la Ley -que al final ni siquiera lograron levantar el paro laboral calificado como ilegal- fue el primero de los hechos que enrarecen el ambiente, pero hay un responsable claro: el Gobierno Federal, que extrañamente convivió con todos los gremios sindicales que heredó del sistema priista que optó por nunca enfrentar, y hoy casi en el ocaso de la Administración, deciden señalar al líder de los mineros -amén de la tragedia de Pasta de Conchos en el centro de Coahuila- como el ogro corrupto que curiosamente nunca descubrieron. Hoy los partidos opositores señalan al Gobierno como represor, cuando precisamente a través de los casi seis años de mandato del presidente Fox lo que podríamos recordar de él es su tibieza. Nadie puede olvidar el ridículo de nuestras autoridades ante los famosos machetes de Atenco, y nadie se acuerda ya que la casa de la propia madre de Vicente Fox fue invadida por una manifestación que reclamaba un añejo tema acerca de un programa de braceros de ya varios decenios. Hasta ahí la cosa sigue más o menos lógica, pero lo que generó y modificó extraordinariamente los principales titulares de la gran mayoría de medios de comunicación fue el enfrentamiento a gran escala entre la Policía Estatal del Estado de México y la Policía Federal Preventiva, apenas hace unos días en San Salvador Atenco -para variar- y se crea un gran revuelo en los que los medios de la capital lanzan aseveraciones, juicios y consignas, condenando al resto del país a ser espectadores de un hecho lamentable, pero que en su justa dimensión no es más allá de una población que rebasa la del municipio de Matamoros, por citar un ejemplo.

No alcanzo a comprender la torpeza de los grandes tiburones de la comunicación -las televisoras nacionales- sitúen en la palestra las consecuencias de restablecimiento del orden jurídico ante un grupo de transgresores de la Ley. Y para colmo, son capaces de apuntar que la entrevista que el subcomandante Marcos -hoy no se le puede llamar de otra manera que un cobarde, porque no da la cara- y su enarbolamiento de la bandera de los “pobres”detenidos por el caso Atenco sea de gran trascendencia, cuando de lo que estamos hablando es de todos los mexicanos, no solamente de lo que sucede en el “ombligo” del país. La realidad es que todas las zonas geográficas tienen problemas, yo no veo por qué los Floristas de Texcoco -que fue por lo que se originó todo el zafarrancho de Atenco- tengan más importancia por ejemplo que los cientos de damnificados del incendio que sufrieron los paracaidistas de Zaragoza Sur, en Torreón. Lo que sí veo es que los laguneros debemos ser mexicanos cuando el problema sea para todos, y entender que lo que sucede en Atenco es un asunto que debe competer sólo a ellos, no es justo que todo México sea afectado. A todo esto, ¿dónde queda Atenco?

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