Todos los ojos de México están mirando el espectáculo que se está llevando a cabo en el Palacio de San Lázaro, sede de la Cámara de Diputados de la Federación, lugar que tendrá su clímax a la hora que el ya presidente Felipe Calderón intente rendir protesta ante la sesión plenaria del Congreso de la Unión, integrada por la propia Cámara de Diputados y la de Senadores.
Hay poco qué agregar a lo lamentable que está sucediendo con los representantes del pueblo. El haber elegido primeramente la violencia por los señores perredistas y que los gobernantes de Acción Nacional hayan caído en el juego, es sencillamente vergonzoso para el pueblo de México.
Según los últimos informes antes de escribir estas líneas, todo apuntaba a que nuevamente se iniciaría una reyerta por el control de la tribuna, sitio donde Calderón deberá jurar cumplir y hacer cumplir la Constitución General de la República. Vaya pues, más ridículo público, más vergüenzas para todos.
La realidad es que Felipe es el presidente y los señores perredistas, como todos los mexicanos, serán gobernados por el señor Calderón, si no les gusta, sencillamente que se larguen con sus infames plantones y constantes violaciones de derechos a terceros a otra parte. Nunca podrá admitirse la postura de alguien que no respeta las leyes, por ello, se debe hacer todo lo conducente para que la sociedad en su conjunto -eso implica también a los del Sol Azteca, a los APPO y a todos- sea conducida bajo el imperio de ley, cualesquier otro camino no conduce mas que al caos.
Qué desperdicio, la verdad, lo que el PRD está haciendo a través de su bancada. Es inaplazable la urgencia de que el Gobierno marche en una directriz en la que la reducción de la miseria y el ensanchamiento de la clase media se vuelva prioridad. Es un insulto para el pueblo mexicano, la infinita brecha existente entre los magnates y ricos y la base demográfica miserable y pobre. Así sencillamente no puede apelarse a la razón cuando el régimen ha consentido que la distancia entre las clases sea de tal magnitud.
Es pues el espectáculo del relevo del Poder Ejecutivo Federal lo que hoy ocupa los titulares, pero hoy primero de diciembre, se cumple una efeméride más próxima, más cercana: un año completo del gobernador Humberto Moreira Valdés.
El profesor Moreira ascendió al poder en una elección muy peculiar, ya que si bien obtuvo una clara ventaja sobre el lagunero Jorge Zermeño, los resultados en las casillas fueron disímbolos, ya que el triunfo fue amplísimo para el señor gobernador, pero en Torreón, Zermeño hizo valer su localía y superó con facilidad a quien al final ganó la contienda. Entonces pues, la relación de Moreira con La Perla de La Laguna, nació bajo ciertas peculiaridades.
Trescientos sesenta y cinco días han pasado desde el inicio de su gestión, la encuesta y la propia entrevista realizada por El Siglo de Torreón arrojan datos interesantes. El actual gobernador ha recibido de su estado una calificación 7.6, que lo ubica como un gobernante situado en por arriba de la media en cuanto a evaluación de los funcionarios públicos. Sin embargo, nuevamente la encuesta revela que el Gobierno del profesor no ha logrado permear parejo en las cinco zonas en las que se divide el estado. Mientras que en la zona Centro, Carbonífera y Sureste, Moreira obtiene notas sobresalientes arriba de ocho, en La Laguna lo sitúan con un 7.3 que empieza a ser tibio. La región Norte es quien lo castiga con fuerza al darle un 6.7%.
Destaca también el tono de la entrevista que el titular del Ejecutivo local le otorgó a este medio. Moreira sabe que está bien evaluado por sus mandantes, quizá por ello sus respuestas despiden un tufillo de arrogancia o su campechano estilo aparenta eso. Pregunta tras pregunta el profe mantuvo su postura altiva, jactándose de la amistad con Fidel Castro y detalles como ésos. Se cumple pues un año en el poder, sus notas en general son positivas, pero por las circunstancias que se quiera, para los laguneros aún le falta ponerse a mano.
EL AMPARO CONTRA LA DEVOLUCIÓN DEL BONO DE MARCHA
Finalmente fue resuelto favorablemente para los regidores del trienio pasado en Torreón el amparo que los protege contra la resolución del actual cabildo en la que se les ordenaba devolver la compensación, quedó todo en pura faramalla.
Como se recordará, el alcalde José Ángel Pérez armó toda una estrategia para que la ciudadanía se diera cuenta de lo abusonas que fueron las huestes de Guillermo Anaya, por ello el asunto del amparo. Pero meses después en un acto de cinismo, el propio Pérez incluyó el costo de los bonos en los salarios de quienes son destinatarios de los propios. En resumidas cuentas, tanto los unos como los otros salieron igual: a mamar del dinero público.
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