Está a punto de terminar el verano vacacional y el próximo lunes millones de niños y jóvenes volverán a las aulas con lo que dará inicio del ciclo escolar 2006-2007. Con ello, la vida de cientos de miles de familias mexicanas volverán a las rutinas habituales y los recuerdos del casi concluido periodo vacacional existirán nada más en los recuerdos de los infantes. Esos recuerdos que quedan para siempre. ¿Quién no recuerda sus propias vacaciones cuando niño?
Consecuentemente, el fin de las vacaciones significa de cierta forma el fin de la libertad absoluta de todos aquellos escolapios en estas semanas disfrutaron del total tiempo libre y pudieron simplemente hacer lo que su voluntad y entorno propio les permitiera, por tristeza hay también muchísimos quienes aprovecharon el tiempo vacacional para emplearse y poder asistir, en lo posible, las precarias economías familiares que desafortunadamente perduran por siempre.
Estos últimos días pues, invitan a la reflexión de la libertad y la realidad es que hoy más que nunca, existen motivos para estar preocupados. El valor intrínseco de la naturaleza humana en nuestro país simplemente está bajo amenaza y muchas ocasiones es cercenado simplemente con el uso de la fuerza bruta, demeritando la condición de personas que a todos debe respetarse.
¿Por qué estamos amenazados? Principalmente la violencia rampante que se vive en varias regiones del país, merced del narcotráfico. Los ajustes de cuentas entre las bandas de traficantes de estupefacientes han llegado a un nivel aterrador. Ahora en Acapulco y en otras latitudes decapitar es la moda. La responsabilidad en primera instancia corresponde al Estado Mexicano en su conjunto. La sociedad tendrá que reclamarle al presidente del cambio, Vicente Fox, que fue absolutamente incapaz de siquiera contener medianamente los cárteles de las drogas y la violencia que originan. Hoy en muchas regiones de México se vive con miedo y ése es el primer atentado a nuestra libertad.
Existen otras amenazas que nos deberían avergonzar más por mancillar nuestra libertad mexicana, además de la del narcotráfico, porque si bien es inadmisible que un país se pueda someter al dominio de terceros, la realidad es que el infinito dinero y los métodos del narcotráfico son escalofriantes, por ello se puede comprender lo difícil que resulta combatirlo, pero la amenaza que debe avergonzarlos en la que ahora se sufre en la Ciudad de México, por el bloqueo que ha provocado un señor revoltoso oriundo del estado de Tabasco y el paro general de los miembros del SNTE ?léase el magisterio, a propósito del regreso a clases- en el sureño Oaxaca.
Lo del Distrito Federal simplemente no sé cómo calificarlo, que la tradicional ceremonia del grito de Independencia del quince de septiembre y el Desfile del dieciséis esté en duda simplemente por al abuso de un político, es penoso en sumo grado. Hoy la capital vive coartada en su libertad de tránsito de celebración por políticos. Algo grave está pasando.
Pero lo que rebasa los límites es el paro oaxaqueño. El dejar a la niñez sin educación por pinches caprichos políticos no tiene nombre. La libertad de los niños -¿hasta dónde iremos a parar? -está también atropellada.
Nubarrones, pues, es lo que tenemos los mexicanos respecto a nuestros derechos naturales. Su violación persistente nos ata al pasado y al subdesarrollo. Nunca podremos aspirar a tener una patria más justa y equitativa si seguimos permitiendo que nuestra libertad viva amenazada.