¡Cuántas emociones hemos recibido desde el domingo! Primero que nada debo decir claramente que me equivoqué. Que realmente pensaba que AMLO sería el ganador de la contienda. No veía de qué manera podría el PAN retener el poder con tantos elementos en contra. Debo señalar también que un triunfo de Andrés Manuel hubiera sin duda alguna significado un retroceso para México. El perredista no cuenta con las aptitudes suficientes para poder conducir un país moderno con verdadera conciencia y entendimiento de las decisiones que muchas veces debe tomar. Con un bagaje cultural y académico casi, casi, raquítico, el Peje representaba la opción más pobre en capacidad de los tres contendientes; debo de sentir un alivio moderado porque basado en los elementos existentes, afortunadamente no será el próximo presidente. Dudo en verdad que sus impugnaciones puedan cambiar el rumbo de los resultados, pero lo cerrado de los mismos forzosamente requiere una revisión acuciosa del proceso, para que simplemente quede claro que la elección se realizó en términos de Ley.
Hay más, aunque el norte fronterizo está pintado de azul, es sorprendente el número de simpatizantes que generó el ex jefe de Gobierno de Distrito Federal, no digamos ya la clara división entre los mexicanos en el norte y el sur. La idea de que el Pejelagarto resarciría las desigualdades profundas existentes en nuestra sociedad, generó muchas expectativas e ilusiones, que desafortunadamente para ellos se desvanecieron con la apretada derrota. Es un punto muy importante para considerar en una sociedad que ha visto cómo sus diferencias internas han sido escaldadas por el sucio tiempo electoral apenas concluido y esa es la primera lección que debemos tomar: somos una sociedad desigual y no hacemos nada de fondo para remediarlo. Es evidente que estamos partidos y eso es peligroso para todos por igual, por paradójico que suene.
Sin embargo, lo más lamentable de la jornada del domingo, es que el peor escenario en los resultados se ha suscitado. Todo mundo sabe que López no respeta el Estado de Derecho; invoca floridamente a Benito Juárez García, icono de la legalidad, pero le gusta seguirlo solamente cuando le es favorable, así es él. Por lo pronto ha convocado un mitin en el Zócalo de la Ciudad de México para “informar” de la defensa de sus intereses. Se ha atrevido a cuestionar al IFE sin el menor respeto a una de las pocas instituciones que gozan de credibilidad en nuestro país. Y desafortunadamente, el que su derrota sea apenas, le da oportunidad para realizar sus desmanes y presiones metajurídicas con un cierto halo de legitimidad, merced de los 14 millones 756 mil 350 votos que tiene en su haber.
El Peje, suponiendo sin conceder, que puede ser un magnífico gobernante, sensible a la gente, equitativo, es sin duda un trasgresor de la Ley. Sabe que en este país, quien presiona obtiene lo que quiere. Recordemos su toma violenta de pozos petroleros, su absurda defensa callejera y política de su desafuero -al margen en realidad del fondo legal de la situación- , por citar lo más tangible. Aun cuando desde ayer sabían que tenía menos votos que sus adversarios, se condujeron mañosamente en aras de ganar tiempo que le permitiera encontrar algo que pudieran utilizar para conseguir la victoria. Debemos los mexicanos exigirle que utilice todas las vías institucionales que el marco jurídico mexicano le ofrece; pero AMLO debe recordar que casi el sesenta y cinco por ciento de los electores prefirieron otra opción, no debe olvidarlo y también debe respetarlos si tan democrático dice ser.
Yo no sé si la elección de Calderón sea lo más conveniente para todos los mexicanos, pero sé que el domingo fue triste para casi todos. En 2000, la idea del cambio generó ilusión, México dio entonces un paso a la real democracia electoral que tantos años y sangre costó a muchos compatriotas, pero seis años después, el escenario cambió. Quien elogió al ostentado candidato de los pobres no ganó, los priistas de raigambre fueron vapuleados y el voto del miedo al final le dio al PAN la posibilidad de repetir. Es una triste historia para la gran mayoría.